miércoles, 28 de octubre de 2015

Llamada urgente… de arriba

En plena tarde, con un mundo de gente circulando por las calles y veredas, donde todos andan rápido, a los gritos y haciendo señas y gestos agraviantes, que alguien hable por teléfono no llama, para nada, la atención. Pero… hay excepciones a la regla.
     Mientras los niños salían de la escuela pública, con sus moñas características a medio camino entre el prolijo nudo y totalmente sueltas, vi al padre de uno de ellos tomar su teléfono y contestar.
    Vestía ropa formal, traje negro, corbata y zapatos con cordones. Un típico hombre de oficina, de los que siempre están -o buscan mostrarse como- ocupados. Tomó el teléfono celular mientras acariciaba a su hijo que se despedía de la maestra, a quien saludó con la mano en alto y haciendo un gesto de aprobación con el pulgar.
     El hombre, traje negro, caminó unos pasos hacia la salida mientras su hijo se detuvo a jugar con los compañeros, a quienes sus padres aún no los habían venido a buscar y esperaban en el patio de la escuela. Entre feliz y sorprendido escuchaba atentamente lo que alguien, del otro lado de la línea, le decía.
    El hijo del hombre del traje negro siguió jugando, correteando por el patio, donde el busto del héroe nacional mantenía su mirada fija, atenta y vigilante.
    El padre del niño, un hombre joven, comenzó a dirigir sus pasos a la entrada del templo de la parroquia aledaña, que en esas horas dejaba oír las campanadas de invitación a la celebración de la misa diaria vespertina. Pareció titubear en el vano del ingreso al edificio de la iglesia. Finalmente, ingresó, y lo hizo con el celular encendido, funcionando mientras seguía con atención algo que le decían; al tiempo que se tapaba la boca con la mano como para disminuir el volumen de sus propias palabras. Su mirada se elevaba al cenit o hacia el interior de la edificación en un movimiento pendular. Esto duró por espacio de unos interminables cinco minutos.
    Miró al interior, se persignó, lo volvió a hacer y se rascó la cabeza mientras cabizbajo se dirigió a buscar a su hijo.
   Fue claro para mí lo que ocurría. El hombre había recibido una llamada urgente… de arriba. El cielo tiene muchos medios, y se adecua al desarrollo de su creación pues conoce mucho más de lo que el hombre ha llegado a descubrir. ¿Por qué el cielo no usaría celulares para comunicarse de ser necesario?

Identificador: 1510285635105 
Fecha de registro: 28-oct-2015 2:40 UTC



Walter  H. Rotela
Pedro Buda


sábado, 10 de octubre de 2015

Gracias a los cibernautas lectores

Desde esta entrada deseo decir "Gracias" a cada uno de los lectores que descargaron alguno de mis libros, desde la plataforma de Bubok, sea la de España, la de Argentina, Colombia o México. Hoy suman 222 descargas en total. 
Por otro lado, este año se imprimieron 50 ejemplares del texto sobre el "Coro Esperanza" y se vendieron. 
No es menos importante que algunos de los textos sueltos, cuentos cortos, se están leyendo en corto relatos 
Y bueno, también algunos cuentos sueltos se irán leyendo, seguramente, en las publicaciones literarias Túnel de letras (1) y Túnel de Letras (4) en la red de libros Trab@libros  y en otros sitios que aparecen comentados en la página Nuevos caminos de mis huellas, de este mismo blog. Como en otra revista literaria en versión digital que desapareció  de Internet Palabras Diversas, pero que, sin embargo, mientras estuvo en la red difundió material de muchos autores a nivel mundial de habla hispana. 
A tod@s gracias.








martes, 6 de octubre de 2015

Llegó tu hora

"Llegó tu hora"... es lo que Prudencio escuchó y no logró entender. Miró con extrañeza a la máquina de control de entradas y salidas del personal. Habitualmente, tras dejar la impresión digital, o más bien, tras el reconocimiento de la huella digital al comienzo del turno laboral, o al término del mismo, tras apoyar la yema del dedo sobre la pantallita, la máquina emitía un sonido pregrabado con la expresión: "Gracias".
El día 17, a las 17 horas, cuando finalizó su turno, Prudencio se acercó a la máquina, como de costumbre. Apoyó el pulgar y le sorprendió lo que escuchó. "Llegó tu hora". No lo creyó. Se alejó 17 pasos, más o menos, y se desplomó, cual presa que cae fulminante ante la bala del cazador.
Pedro  Buda

2015 
*Gracias Yanvira por brindarme inspiración, letra, o como quieras llamarlo. 


viernes, 25 de septiembre de 2015

Escaparate

Estimados andantes del cyberespacio les dejo un enlace a Escaparate, un sitio para divulgar a autores, es de lectorcero.com
A la gente de lectorcero.com un sincero agradecimiento por incluirme.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

Ángela

Siempre que pienso en ella la imagen de sus manos es lo que más me impacta. Manos de una mujer que trabajó lavando ropa, planchando, almidonando.
Recuerdos de mi niñez afloran y redescubro ese ambiente: una mesa, una frazada encima y la ropa blanca; la plancha de hierro con carbón adentro y una jarra con agua, y ella allí, de pié.
Hace poco vi aquella plancha y se me ocurrió pensar: ¿cuántos kilómetros habrá recorrido en ese vaivén cotidiano? Sin embargo, el lavado y planchado conlleva más trabajo: mojar la ropa, enjabonarla y dejarla sobre el pasto al sol, luego enjuagarla y finalmente dejarla tendida en la cuerda para que se seque bajo los rayos del sol y la fuerza del viento. Y después, recién después, viene esa etapa de recoger la ropa de la cuerda, plancharla y hasta almidonar.


La ropa, en los años de juventud de Ángela, debía quedar limpia, convenientemente blancas las camisas, impecables, con los cuellos firmes y prolijamente doblados.
Lo descrito hasta el párrafo anterior sólo nos ilustra brevemente una parte importante de los años de labor de esta mujer, mi abuela. Esta mujer a quien vi trabajar cuando pasaba algunos fines de semana con ella y mi abuelo. Él era un  ex combatiente, un albañil, un hombre sediento de saber que buscaba aprender de cuánto libro llegaba a sus manos.


Ángela también se ocupaba del cuidado de sus hijos -de las cinco mujeres y los tres varones- que debían recibir alimento, vestimenta y educación, en la medida de las posibilidades del tiempo en que les tocó vivir, en el Paraguay de la Guerra con Bolivia, la Guerra del Chaco, del año 32 al 35 del siglo XX, la Guerra Civil de 1947 y los tiempos que siguieron.
Fue muy lindo ver, hace muy poco tiempo atrás, como las autoridades paraguayas recordaron y homenajearon a los hombres y mujeres que, de un modo u otro, participaron de esas instancias y que colaboraron con los veteranos de guerra. Ella, con orgullo, mostraba esos testimonios de reconocimiento encuadrados y sujetos a la pared.
Ángela fue testigo y víctima de la Guerra Civil de 1947, una guerra entre conciudadanos, entre personas cercanas, entre familiares que tenían, simplemente, una visión diferente de cómo llevar los destinos de la nación, de cómo organizar las cosas públicas.  
Esta mujer, con su carácter forjado en medio de tantas luchas, fue también una luchadora, como tantas otras mujeres de esa zona de frontera entre Paraguay y Argentina. Esa zona que habitó con parte de su familia a un lado del río Paraguay y con parte en la otra orilla. Lucha que llevó adelante con sus manos: lavando en una y otra orilla de la corriente del Río Paraguay. Ese río rojizo, "quibebé", como la cabellera de esta mujer en sus años de juventud. Río caudaloso por donde circularon y circulan bienes y personas. En ese río ella lavó la ropa, pero también en él depositó su esperanza de un futuro mejor, y por ello lo recorrió, río abajo, en busca de su destino.
Pedro Buda
2015     
*Simple y sincero homenaje a una mujer luchadora. 

lunes, 31 de agosto de 2015

Galería a cielo abierto - Dique Mahuá

En esta entrada quiero mostrarles, estimados cybernautas, trabajos artísticos en la rambla montevideana, precisamente sobre los muros del dique Mahuá. Son parte de las obras que embellecen la  Plaza Argentina.












Artistas




martes, 18 de agosto de 2015

CAZADORES MOTORIZADOS

Hoy me sorprendió ver un asalto, una modalidad de ataque que me hizo pensar en una jauría. 

Delincuentes motorizados rodean el auto, que está detenido en un semáforo. Abren las puertas y el factor sorpresa hace que no atines a poder hacer nada. Todo ocurre tan rápido que casi nadie se percata de lo que pasa. Cada uno está inmerso en el cambio de luces del semáforo, en los otros vehículos, y, nunca esperas que alguien baje de una moto y te abra la puerta. La rapidez hace que cuando alguien percibe lo que realmente está pasando, los tipos levantan vuelo y se pierden.
   Es después, cuando al fin de tanto cavilar, que te das cuenta que estas acciones cotidianas son, para el señor ministro, una cuestión de números estadísticos, o; para la señora ministra, una sensación; pero para ti, es la triste situación entre la vida y la muerte, entre salir a dar un paseo el fin de semana o quedarte "encerrado" en tu casa, por miedo a la inseguridad; entre creer que eres libre o darte cuenta que eres prisionero en la propia ciudad. Prisionero, rehén  de delincuentes...
   Modalidad semejante vi hace poco en un video captado por un transeúnte, en el mismo centro de Montevideo. Y todo sigue a pesar de las cámaras, del equipamiento sofisticado. A veces parece que la puja en el juego de policías y ladrones, las ganan los segundos.
   La sincronización del ataque me sugiere, claramente, una acción muy bien coordinada. Hay una estrategia, un accionar cuidadoso. Primero se escuchó el rugir de las motos –como para impactar, confundir, atemorizar- luego la acción fugaz, rápida y luego la huida. Tan rápido, que no todos los que estaban esperando el cambio de luces se percataron o lo hicieron al mismo tiempo.
   De lo único que estoy seguro es que, antes de ponerse en movimiento en un vehículo, habrá que tener la puerta bien cerrada. ¿Será suficiente? ¿Y si es una moto en lo que te trasladas?
   Un taxista me contaba, días atrás, cómo había sido asaltado en varias oportunidades con trucos que te obligan a detenerte y me dijo: "La próxima no freno, no freno". El problema es que –le dije- si lo pisas vas preso vos, si te defiendes y disparas un arma, igual. Conclusión: somos rehenes, prisioneros en la propia ciudad, aunque siempre habrá quien saque estadísticas para mostrar el limbo en el que vivimos, comparados con...  

*Esta entrada no será acompañada con ninguna imagen. Cualquiera es capaz de imaginar, aunque sea un poco, lo vivido por las persona a bordo del vehículo que asaltaron en un semáforo. Circundado por otros tantos vehículos y sus ocupantes, y por estos delincuentes acorralando las puertas de su auto, a sus ocupantes shockeados, sorprendidos, sin respuesta.

 **Esto no es un cuento. Lamentablemente es no ficción, es en parte una crónica, y un poco de una reflexión compartida. 
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