jueves, 21 de noviembre de 2019

11 años de Huellas de Pedro Buda - el formoseño

Mis huellas...

Esta primera imagen que comparto aquí es una suerte de resumen -en formato de imágenes- del recorrido de mis huellas desde que inicié este camino de compartir mis huellas. Aparecen las portadas de algunos de mis libros y la ilustración que definió un sitio donde publican algunos de mis cuentos en la Web.  
  Allá por el 20 de noviembre de 2008 se inició este camino de publicaciones en este blog, que fue el primero que cree para compartir mis pensamientos, mis relatos, mis notas... 
  El camino de mis huellas comenzó mucho antes cuando fui dejando impresiones en unas hojas, antes albas, hoy amarillentas, por el paso cierto del tiempo. Eso fue allá por mediados de 1992, tras mi llegada a Uruguay. 
  Recuerdo bien la pregunta de un mozo, de un bar que frecuentaba entonces, que de tanto ir y venir, se acercó y dijo: <<¿Qué es lo que tanto escribe, si se puede saber?...>> Y realmente no supe qué contestar. Fue pasando el tiempo y de aquellas primeras impresiones sobre el lugar de residencia, sobre la gente que vivía en las calles, sobre la gente que corría en los horarios de salida de sus trabajos, sobre la gente que se reunía en un bar a tomar algo al salir de trabajar, sobre cómo eso me marcaba fui girando a crear situaciones de ficción pero donde poder mostrar algo de ese mundo circundante; pero con un poco más de sabor, con un toque de condimento, con acompañamiento o sin él. Fui buscando esas huellas, fui encontrando un camino y así se fue creando este trayecto que llevo andando desde aquellas primeras huellas sobre el papel. Tiempo después los pensamientos se posaron sobre papeles pero con letras de máquinas de escribir, después se volvieron virtuales...

Captura de pantalla de otro de mis blogs
  Así en el 2008 nace, surge esta una nueva forma para seguir andando el camino. Cursaba la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, aún hoy no concluida. Y, poco a poco, fue tomando forma esto de escribir no sólo para alguien que esté cerca, a quien pueda mostrar un papel, una hoja, sino que fue surgiendo ese lector que está aquí, allá o acullá, como diría el autor uruguayo... Y los relatos llegaron "por su cuenta", ¿será?, hasta rincones que nunca creí llegar. Cruzaron el Atlántico, cruzaron parte de América y así siguieron. Fueron apareciendo lectores, comentarios, consejos... Así fue que me animé a publicar en la Editorial de auto publicación Bubok. Y fue por consejo de alguien del otro lado del charco grande, como podríamos llamar al Atlántico. Todo fue un lento proceso que tuvo días de mucho viento, y otros en que no soplaba nada, y parecía que el barco velero se quedaría allí sin proseguir; pero siempre hay días mejores, por venir. 
  Pasa el tiempo, ciertamente, y es un placer seguir aquí en esta aventura de escribir, de compartir, de contar. Conocí a muchas personas gracias a la red de redes, la Internet. Con algunas de esas personas compartimos espacios en sitios de escritura, con otros compartimos espacio-tiempo en sitios de publicaciones, de comentarios, de críticas. Con algunos seguimos compartiendo y con otros no se pudo, porque algunos sitios desaparecen y por otras razones, en general, debido a que en la red los sitios suelen ser de duración no tan larga. Puesto que cuesta mantener algunos sitios o la misma red considera que ya no son útiles o los empresarios no le encuentran un lado rentable, desaparecen. 
  En fin, hoy siendo que pasaron cuatro minutos del 21 de noviembre, sigo celebrando este aniversario número 11. Y voy dejando las huellas en busca de un nuevo año. Paso a paso, las huellas siguen formándose y los invito a seguir compartiendo conmigo este camino que junto hacemos posible: tú leyendo, escuchando, viendo, comentando, y yo escribiendo. Muchas gracias estimado lector de estas Huellas de Pedro Buda-el formoseño.  
    Estimado lector te invito, entonces, una vez más, a buscar en la barra de la derecha, en Etiquetas, la palabra cuentos, cuentos en Internet, o la palabra cuento o cuentos, para acceder a leer (gratis) algunas de mis creaciones. En tanto que, en la otra barra de la derecha, en la que lleva por título Mi lista de blogs podrás encontrar un enlace a mi sitio en la Editorial Bubok,  en ese sitio podrás acceder a mis libros publicados en la editorial que está presente en varios países. 
     Desde aquí quiero agradecer, muy especialmente, a las muchas personas que son responsables de sitios Web, de distintas partes del mundo, de habla hispana, que me permitieron y/o me permiten compartir mis cuentos, en los sitios donde ellos son responsables. Gracias a todos y cada uno de ellos. En otra entrada ya los mencioné, pero vaya igual mi reconocimiento y gratitud, nuevamente. 
   Son once años de compartir de modo ininterrumpido 2008-2019
   Muchas gracias.   
   


martes, 8 de octubre de 2019

Huellas de mis creaciones en 2019

Imagen registrada por Walter H. Rotela G. 

En esta entrada, estimados lectores, quiero contarles un poco sobre este año 2019. Como habrán notado es uno de los años con menos entradas, con menos dedicación a compartir mis novedades y materiales. Por ello me pareció importante contarles que no dejo de escribir, no dejo de compartir mis cuentos en distintos sitios. Y que sigo buscando hacer cosas que me gustan, y como suelo decir, todo conlleva tiempo, esfuerzo, dedicación. Pero es así como me gusta pasar el tiempo, haciendo, intentando enfrentarme a nuevos desafíos, diversos en lo posible, asegurando romper con la monotonía del diario vivir.

Por un lado, en el sitio tusrelatos.com algunos de mis cuentos pueden leerse allí. Y se leen… Tan es así que, según información que brinda el sitio, han visto mis cuentos, un total de 20.530 veces. El total de mis cuentos publicados son sólo 39. Algunos han tenido más de 400 lecturas (Adios boy, Cuidadores del monte virgen, El cuarto de Francisca, Don Estanislao…) otras más de 500 (El de la 7, Barrido por un gigante, El viento salía de la nube, El café de Gurbindo…), algunos llegaron a las 600 lecturas (Mala idea -creer o reventar-, La casa de al lado, Eusebio se fue, …), otras superaron las 700 lecturas (El olor de la muerte, Remolinos en la siesta), finalmente un par superaron las 800 lecturas (Don Orosindo, El hombre de la cloaca). Todo ello me genera una gran alegría, por cuanto esto que me gusta hacer, que es crear y escribir estos relatos llega a un público que, de una manera u otra, me da su apoyo, con cada nueva lectura, con algunos gratos comentarios que se dignan escribir, de vez en vez, lo que no hace sino alentarme a seguir este camino donde voy dejando mis huellas.

Este año, también incursioné, por un breve tiempo, en la radio. Sí, compartí un espacio de radio con un viejo conocido que me invitó a participar de un proyecto de radio. Un programa cristiano, en una radio cristiana. Fue breve; pero muy entretenido, desafiante, riquísimo, en el cual aprendí un montón de cosas que aún estoy evaluando. Me permitió pensar en nuevos proyectos, en nuevos desafíos que aún no los estoy trabajando, pero cuando sea el momento, le pondré todo mi empeño en lograrlo. De momento, puedo decir que me gustó, que me permitió conocer más, me permitió sentir que es posible hacer otras cosas.  
Imagen registrada por Walter H. Rotela G. 

Por ahora esto es algo de lo que hice este año, aunque también compartí algunas imágenes en sitios vinculados a la fotografía pues es otra de mis pasiones. Sí, registrar imágenes puedo verlo como un relato, como el contar una historia, como crear una ficción desde detrás de la lente, eligiendo el enfoque, el encuadre, decidiendo la perspectiva, el ángulo, definiendo qué porción del universo deseo capturar. Hay mucho de un relato en una imagen. En verdad así lo veo, pues algunas de esas imágenes me han inspirado a crear un cuento, otras me permitieron darle un matiz a algún cuento, o fueron una ilustración de un texto, que era narrado en cierta forma, pero que al ilustrarlo con una imagen le re-significaba, de alguna manera. 

Imagen registrada por Walter H. Rotela G. 

Me despido, hasta pronto, cuando tenga alguna novedad o hasta que comparta un nuevo cuento en estas Huellas de Pedro Buda – el formoseño, el blog que creé para compartir mis creaciones literarias y otros textos, allá por el 2008.  

jueves, 4 de julio de 2019

Los pasos de jaguareté michí (Cuento)

Conocí a “jaguareté michí” el día de su cumpleaños número ochenta. Su nombre es Dionisia y accedió a contarme algunas de las hazañas de las que participó durante la Guerra del Chaco. Ella las llama añoranzas.
Según sus familiares y amigos, ella, es esquiva a compartir sus recuerdos de la guerra del ´32. Aunque no era un hombre, participó de la guerra. No como soldado, sino a la par del ejército, curando heridas junto a los pocos médicos y enfermeros que había en el campo de batalla.
Cuando se instaló la guerra había que salir a pelear a esos campos donde el monte duerme la siesta arrullado por el sonido aturdidor de las chicharras. Y ella, cual felino, se movía entre el pajonal para llegar hasta algún doliente, hasta la posición de un herido que estaba desangrándose, enrojeciendo, aún más, esas tierras rojas, que se tornan blanquecinas, grisáceas, tras cruzar el río de las coronas.
“Así como la tierra cambia su color, después de que cruzas el río, así muta la vegetación, y también así, cambió la gente cuando en esa época de la guerra, cruzamos el río dirigiéndonos al encuentro del enemigo” -Explica Dionisia su transformación en jaguareté michí.
− ¿Y por qué dice que todo cambia al cruzar el río, doña Dionisia? -Le pregunto, aprovechando su buena predisposición para hablar.
− Mire don Roberto, usted es muy joven; pero habrá escuchado otras historias de esos tiempos. Algunos aún estamos vivos, pero yo no fui la única mujer en esos campos. Yo era una criada y vivía en la casa del coronel Sandro González. Su esposa, al momento de la partida de él a la guerra, insistió en que yo lo acompañara para ayudarle en las tareas, suponiendo que el comando estaría lejos de la zona de batalla. Pero no fue así.
− Y usted, doña Dionisia, ¿qué hacía en ese lugar? ¿cuál era su función? -Le pregunté, alentando su relato; pues sabía que le costaba referirse al asunto.
− Mire… lo que se podía. Pronto nos dimos cuenta de que volver era difícil. Y mucha de nuestra gente estaba allí. Algunos parientes, primos u otros de relación lejana, pero parientes, definitivamente… ¡Cómo no ayudar!
Una tarde, don Sandro me llamó aparte, y me dijo que estaba bien todo lo que yo estaba haciendo, pero que cada día le resultaba más difícil protegerme. Quería que me volviera a la capital. De hecho, más al sur, pues sus parientes estaban decidiendo trasladarse ante el avance del enfrentamiento armado. Reconoció mi valor. En general todos los hombres lo hicieron, pues empezaron a tratarme como un igual. No sé si por verdadero respeto, o por mi aspecto, mi apariencia física. Era yo chiquita, usaba el cabello muy corto, al ras del cuero cabelludo. Casi siempre estaba como agazapada, a punto de saltar, por eso el apodo que me pusieron.
Había heridos que venían del frente, mucha gente con dolor. Entonces, pedí que me asignaran a un puesto de avanzada, pues creí ser de más ayuda allí. Y me asignaron. Una vez allí me sorprendí… Varios de los que allí estaban, en el frente, al enterarse que estaba asignada en su lugar, se alegraron de conocerme. Resulta que muchos de los que en un momento estuvieron afectados por alguna herida, yo los había ayudado, y al recuperarse volvían al frente. Y ellos contaban cosas sobre mí. Simplemente les agradecí y continué con mis trabajos. Éramos unos cuantos los que entramos como voluntarios. Pocas mujeres, es cierto; pero ahí estábamos. La mayoría de nosotras, las mujeres, lo que hacíamos era cuidar a los varones chicos, a los mitaí, y ni bien estaban con cierta fortaleza, los mandaban a engrosar las filas de combatientes. Por suerte, esta guerra no duró tanto; sin embargo, fue lo suficiente para ver morir a muchos… [Doña Dionisia parecía algo cansada, pero al mismo tiempo le brillaban los ojos, se entusiasmaba a medida que afloraban, más y más, recuerdos].



− ¿Y qué hizo al término de la guerra? Supongo que ya no era una criada… -Le planteé buscando un poco más de aquella riquísima historia de esta mujer que celebraba sus ochenta años, y que estaba, como pocas veces, narrando su parte de vivencias de un pasado que muchos valoran y recuerdan en los actos públicos, pero que prefieren mantener en reserva en el ámbito privado.
− Y no… Habían pasado los años. Me hice mujer. Entré como una cuñataí, y era toda una cuñá, hecha y derecha, al salir. Mi aspecto cambió. Y no sabía hacer otra cosa que cuidar a los otros. Así que entré al hospital de veteranos de guerra. Estudié enfermería y continué con esos veteranos hasta jubilarme. De hecho, yo también era una veterana.
− No pudo, entonces, dejar la guerra atrás… -Comenté.
− Sí, y no. Porque formé una familia. Después vino la guerra civil y ayudé a cuantos pude desde otro lugar. Tenía la experiencia suficiente y asesoré a muchas mujeres y hombres. Esa pelea no valía la pena. Yo había visto el horror de la guerra en el Chaco, en los montes. La lucha se libraba a machete limpio y perdimos a mucha gente allá ité.
En el barro de esos campos quedaron guardados muchos de los míos. Gente de mi edad y otros, apenas unos mitaí, con toda una vida por delante cayeron ahí. Entre lodo y caraguatás, debajo de un guayacán, muchos de ellos, enriquecen las tierras de nuestro suelo. Sus nombres, quizás, se olvidaron; pero son honrados hoy en el monumento al soldado desconocido…    
Impotencia sentía, en esos tiempos, anga… La guerra es cosa fea don Roberto. Parece linda en esos libros que usted lee, en esas películas que pasan en el cine. Yo no las voy a ver. Ya vi demasiado.
− Entiendo… Pero allí, en la guerra, surgió <>. No hubiese surgido sino le tocaba ir. Sería, quizás, usted otra mujer ¿No le parece?
− A lo mejor… quizás sí. No reniego de mi vida. Aunque mucho quebranto me diera, mi vida es así porque me tocó vivir aquella guerra. Creo que es más lo que otros vieron en mí que lo que yo realmente hice. Pero me siento bien con eso de ayudar al otro. Fíjese que en tiempos de paz seguí… Me interné en el hospital y formé familia con el caraí don Estanislao. Él no fue a la guerra. Cuidaba los campos de los patrones. Estaba encerrado en medio de las vacas, con otro mitaí. Se volvió hombre allá en los campos arriando ganado, haciendo ladrillo, tareas de campo. Y después de la guerra lo mandaron a la capital para estudiar. Y fue a la escuela, sin embargo, enseguida se empleó en el hospital donde yo trabajaba. Lo trajo un médico, amigo de la familia donde trabajaba de mitaí. Así lo conocí. Me tuvo mucha paciencia, siempre. Nos hicimos buenos amigos y después novios. Yo no soy de carácter fácil; pero no soy mala. Soy firme. Hace una vida que caminamos juntos. Dejé de saltar como el jaguareté y andamos, lado a lado, paso a paso. El es muy paciente.
Mientras lo mencionaba se dio que don Estanislao llegó hasta nosotros. Sus miradas se fundieron y entendí que nuestra conversación debía terminar. Sus pasos fueron hacia la puerta de calle. La madura <> estaba cansada. La noche se presentaba calurosa, y casi no se movía el aire espeso y húmedo. El ruido de las calles del centro de la ciudad y las bocinas alejaban al trino de los pájaros y las chicharras, al silencio del monte y a las chicharras de las siestas de los campos de batalla que estaban, aun flotando en esa atmósfera de recuerdos. Se esfumaba la guerra y adquiría cuerpo el caos de la ciudad en movimiento. Las risas vinieron de la calle, una de las nietas saltaba, quizás como otra… jaguareté michí.
Pedro Buda 

Este cuento forma parte del libro <>. Descarga el libro gratis de bubok   

viernes, 21 de junio de 2019

LOS PASOS DE JAGUARETÉ MICHÍ Y OTROS CUENTOS

Imagen de portada 
La imagen de portada es una gentileza de mi hermana Silvia Carolina. Muchas gracias por tu contribución. 

Estimados cybernautas que visiten esta entrada les presento mi último libro publicado en Editorial Bubok. Más abajo les informo de qué trata el libro. Arriba pueden visualizar la portada del mismo. Se puede descargar en .pdf gratuitamente de la plataforma de la Editorial Bubok. Está disponible en Argentina, Colombia, México y España. 

El libro está conformado por cuatro cuentos. En Los pasos de "jaguareté michí" el personaje principal es una mujer que participó de la Guerra del Chaco primero como criada, ayudando al patrón, y luego curando las heridas de los caídos en combate. Luego se hizo enfermera tras la guerra.
En el cuento "Pe salvador… (Eduvigis)" doña Tomasina, relata las vivencias de una mujer (Eduvigis) que para acompañar a su esposo se rapa la cabellera y lo sigue al combate (bajo el nombre de soldado Fulgencio González). En una de las batallas su hombre muere en sus manos y ella sigue en combate hasta que la trasladan a la retaguardia y allí descubre la enfermera Tomasina que, en realidad, es una mujer.
 En el relato "Chiquito" también se narra sobre una mujer que se hizo pasar por hombre para participar de la guerra, pues no se les permitía hacerlo como soldados, sino como enfermeras. Con una participación destacada fue conocida por su menuda complexión que le valió el mote de “chiquito”. Pero eran sus dotes como curandera, chamán e inteligencia poco común las marcas más profundas que aún en la vejez conserva, en momentos que el periodista de un medio local la entrevista y es en ese contexto que se narran sus peripecias.


En "Silencios de la guerra" un comunicador entrevista a un hombre mayor que es arisco a compartir sus vivencias en la Guerra del Chaco. Sobre todo, porque no logra conciliar el sueño como quisiera, y se repiten, noche tras noche, una serie de pesadillas de la guerra. 



viernes, 7 de junio de 2019

Mis fotografías en tumblr


Puedes ver algunas de mis imágenes en tumblr. Solo tienes que seguir el enlace
Algunos de mis registros fotográficos los subí a este sitio y los comparto desde allí. 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...