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martes, 24 de marzo de 2020

Mis audiolibros

Estimados seguidores del blog y visitantes ocasionales del mismo, hoy les cuento que agregué tres archivos de audio más al Programa Audiolibros, de mi canal de radio: Radio Huellas de Pedro Buda II.   

Captura de pantalla

  El canal de radio es otra vía de comunicación para compartir mis cuentos, notas o entrevistas. En esta oportunidad los invito a escuchar tres cuentos en formato audiolibro. 
  El cuento "El sonido del tren en movimiento" está precedido por una introducción donde pongo en conocimiento sobre los cuentos que conforman el libro: Cosas curiosas en los caminos de las cumbres. Luego continúa sí, con el cuento, el cual trata, justamente, de lo que escucharon un grupo de personas, el sonido de un tren en movimiento, al pasear por un cementerio de trenes. 
  
El sonido del tren en movimiento -
CC by -
Walter Hugo Rotela González

El cuento "La señal" trata sobre lo que ven unos turistas, unas luces. Las que, aparentemente, partiendo desde una nube se proyectan sobre una zona de altas cumbres.



La señal -
CC by -
Walter Hugo Rotela González


  Por último, el cuento, en versión audiolibro, "Almas danzantes en las cumbres bolivianas", expone sobre unos turistas que registran fotos como cualquiera, pero al verlas luego de un tiempo consideran extrañas dichas nubes fotografiadas, pues tienen formas similares, en distintos puntos de su viaje, por no decir... iguales.

Almas danzantes en las cumbres bolivianas - CC by - Walter Hugo Rotela González

Captura de pantalla
Los cuentos mencionados aquí forman parte del libro "Cosas curiosas en los caminos de las cumbres", el cual puede descargarse desde la plataforma de la Editorial Bubok.

jueves, 21 de noviembre de 2019

11 años de Huellas de Pedro Buda - el formoseño

Mis huellas...

Esta primera imagen que comparto aquí es una suerte de resumen -en formato de imágenes- del recorrido de mis huellas desde que inicié este camino de compartir mis huellas. Aparecen las portadas de algunos de mis libros y la ilustración que definió un sitio donde publican algunos de mis cuentos en la Web.  
  Allá por el 20 de noviembre de 2008 se inició este camino de publicaciones en este blog, que fue el primero que cree para compartir mis pensamientos, mis relatos, mis notas... 
  El camino de mis huellas comenzó mucho antes cuando fui dejando impresiones en unas hojas, antes albas, hoy amarillentas, por el paso cierto del tiempo. Eso fue allá por mediados de 1992, tras mi llegada a Uruguay. 
  Recuerdo bien la pregunta de un mozo, de un bar que frecuentaba entonces, que de tanto ir y venir, se acercó y dijo: <<¿Qué es lo que tanto escribe, si se puede saber?...>> Y realmente no supe qué contestar. Fue pasando el tiempo y de aquellas primeras impresiones sobre el lugar de residencia, sobre la gente que vivía en las calles, sobre la gente que corría en los horarios de salida de sus trabajos, sobre la gente que se reunía en un bar a tomar algo al salir de trabajar, sobre cómo eso me marcaba fui girando a crear situaciones de ficción pero donde poder mostrar algo de ese mundo circundante; pero con un poco más de sabor, con un toque de condimento, con acompañamiento o sin él. Fui buscando esas huellas, fui encontrando un camino y así se fue creando este trayecto que llevo andando desde aquellas primeras huellas sobre el papel. Tiempo después los pensamientos se posaron sobre papeles pero con letras de máquinas de escribir, después se volvieron virtuales...

Captura de pantalla de otro de mis blogs
  Así en el 2008 nace, surge esta una nueva forma para seguir andando el camino. Cursaba la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, aún hoy no concluida. Y, poco a poco, fue tomando forma esto de escribir no sólo para alguien que esté cerca, a quien pueda mostrar un papel, una hoja, sino que fue surgiendo ese lector que está aquí, allá o acullá, como diría el autor uruguayo... Y los relatos llegaron "por su cuenta", ¿será?, hasta rincones que nunca creí llegar. Cruzaron el Atlántico, cruzaron parte de América y así siguieron. Fueron apareciendo lectores, comentarios, consejos... Así fue que me animé a publicar en la Editorial de auto publicación Bubok. Y fue por consejo de alguien del otro lado del charco grande, como podríamos llamar al Atlántico. Todo fue un lento proceso que tuvo días de mucho viento, y otros en que no soplaba nada, y parecía que el barco velero se quedaría allí sin proseguir; pero siempre hay días mejores, por venir. 
  Pasa el tiempo, ciertamente, y es un placer seguir aquí en esta aventura de escribir, de compartir, de contar. Conocí a muchas personas gracias a la red de redes, la Internet. Con algunas de esas personas compartimos espacios en sitios de escritura, con otros compartimos espacio-tiempo en sitios de publicaciones, de comentarios, de críticas. Con algunos seguimos compartiendo y con otros no se pudo, porque algunos sitios desaparecen y por otras razones, en general, debido a que en la red los sitios suelen ser de duración no tan larga. Puesto que cuesta mantener algunos sitios o la misma red considera que ya no son útiles o los empresarios no le encuentran un lado rentable, desaparecen. 
  En fin, hoy siendo que pasaron cuatro minutos del 21 de noviembre, sigo celebrando este aniversario número 11. Y voy dejando las huellas en busca de un nuevo año. Paso a paso, las huellas siguen formándose y los invito a seguir compartiendo conmigo este camino que junto hacemos posible: tú leyendo, escuchando, viendo, comentando, y yo escribiendo. Muchas gracias estimado lector de estas Huellas de Pedro Buda-el formoseño.  
    Estimado lector te invito, entonces, una vez más, a buscar en la barra de la derecha, en Etiquetas, la palabra cuentos, cuentos en Internet, o la palabra cuento o cuentos, para acceder a leer (gratis) algunas de mis creaciones. En tanto que, en la otra barra de la derecha, en la que lleva por título Mi lista de blogs podrás encontrar un enlace a mi sitio en la Editorial Bubok,  en ese sitio podrás acceder a mis libros publicados en la editorial que está presente en varios países. 
     Desde aquí quiero agradecer, muy especialmente, a las muchas personas que son responsables de sitios Web, de distintas partes del mundo, de habla hispana, que me permitieron y/o me permiten compartir mis cuentos, en los sitios donde ellos son responsables. Gracias a todos y cada uno de ellos. En otra entrada ya los mencioné, pero vaya igual mi reconocimiento y gratitud, nuevamente. 
   Son once años de compartir de modo ininterrumpido 2008-2019
   Muchas gracias.   
   


miércoles, 3 de octubre de 2018

El mejor amigo de Juan


Portada del libro: Variaciones sobre vientos


Lo que transcribo más abajo me fue narrado por Juan. Él deambula por la ciudad y, a veces, pasa a pedir comestibles por la puerta de la capilla. Yo tenía un chiche nuevo y quise probarlo. Me dijo que tenía una historia que compartir. Le pregunté si podía grabar su relato y me autorizó, entusiasmado. En realidad, en ese momento no sabia si usaría o no el material; pero resultó interesante.
Juan es un hombre al que le gusta leer y siempre consigue libros usados. Muchos le regalan viejos textos que no pueden vender. Así que ahí va. El producto de la comunicación mediada fue casi un monólogo de Juan, donde él da rienda suelta a su lunfardo y mezcla de expresiones en varios idiomas que le gusta usar cuando me cuenta sus historias.   
¡Buenas tardes Juan! ¿Cómo anda hoy? -le dije al verlo llegar con su paso cansino.
‒ Bien… Bien -contestó con voz entrecortada, por la emoción, según comprendí después.
‒ Sabe que le dejaron una manta. Lo trajo doña Eusebia, específicamente para usted. Hace una semana -le conté. 
¡Bien, bien! Nos viene al pelo… [Se refería a él y a su perro, al que llama Thor] Sabe… Le voy a contar lo que nos pasó la tarde del viento este, el de la semana pasada.
>Venía por la zona del ‘porto’. Y esta ‘coisa’ nos sorprendió. Empezó a volar cuanto ‘pelpa’ había en la ‘lleca’. Volaban cartones, plásticos de los carteles de las elecciones y hasta alguna chapa suelta.
Venía con mi amigo Thor de visitar a los viejos compas del ‘topuer’.
 Nadie nos arrimó un veintén. Los del ‘porto’ dijeron que la pesca anduvo mal toda la semana. “Brutta giornata…” Y a los ojitos estirados ni les pido. Esos comen perro asado, así que ni me acerco con Thor. 
>Las tripas de mi Thor y las mías parecían cantar… de tanto ruido que hacían.
Media hora después que empezó la ventisca Thor desapareció. Venía detrás de mí, como a veinte pasos, más menos. Me sujetaba de las paredes y entreabría los ojos para seguir el camino. La tierra y las pelusas jodían la vista. De pronto Thor se esfumó.
Pensé y pensé a dónde podía estar. Y me dije: el viento me lo trajo y el viento me lo quita. Si por eso lo llamé Thor. Pucha digo, cómo son las ‘coisas’.
>Lo llamé a los gritos... Lo busqué, lo busqué y na… No estaba en los lugares conocidos. No aparecía en las esquinas, ni en las entradas de los galpones, ni en las puertas de los bares donde paramos el ‘corpo’, la carne, cada día. Un agujero negro se lo tragó, pensé.
Las nubes se volvieron oscuras, negras. El aire quedó frío y húmedo. Me refugié bajo un alero, en los flancos de la vieja estación de trenes, en un rincón junto a una puerta abandonada, tapiada con tablones. Lo esperé toda la tarde. Desde mi posición podía otear hacia el sur como hacia el norte.
>Fue una interminable tarde gris. Una locura. Recordé cada día del tiempo transcurrido desde que empezamos a ‘patiar’ juntos… Muchos días y muchas noches compartidas, pucha digo. Tantos aguaceros que soportamos juntos. Y ahora, este viento maldito me encontraba más sólo que el uno. Recordé las frías noches de invierno, recostados junto al fueguito. Tantas cosas se comparten y no nos ponemos a pensar hasta que nos falta el ‘gomia’. Pasaron las horas. El tiempo se volvió interminable. La oscuridad lo envolvió todo. La soledad… Y como la publicidad del ‘pucho’ aquél: “La noche se cerró sobre la Bastilla…” No sé por qué me acuerdo de ese ‘faso’, de esa propaganda en la tele, de cuando yo tenía una, en blanco y negro. Quizás porque la situación se me antojó similar. Porque no siempre tuve ‘tirao’ che. No. Una vez tuve casa, mujer, laburo. Pero de eso hace más de un siglo, sabés. Otro día te cuento.
 ‒ ¿Y qué pasó después? ¿Cómo, cuándo lo encontraste a tu perro? Contame -le sugerí.
‒ Como te decía, no se podía ver más allá de los portones de la nueva estación del ferrocarril, que como sabes está a cien metros de la antigua y abandonada. La luz mortecina, de los faroles de la ‘lleca’, no ayudaban. Las ramas de los plátanos se movían y parecían manos de fantasmas. Espectros. El corazón me daba vueltas. Parecía que iba a dejar de ‘funcar’. 
>El viento seguía. Golpeaba con fuerza. Me cubrí con un cartón. Finalmente, me dormí. Me venció el cansancio. Mi amigo había desaparecido. Yo lo esperé, lo esperé y me rendí.
‒ Pero hoy, aquí, están juntos… -Le señalé, mirándolo a los dos. Juan y Thor estaban, uno sentado junto al otro, frente a mí.
‒ Sí… ‘Grazie a Dio’. Desperté en la madrugada, de esa ventosa noche, y Thor me lamía la ‘geta’, acurrucado a mi lado. Del lado que soplaba el viento.
Walter H. Rotela G.
                                                                                                                                      Pedro Buda
*Este cuento forma parte del libro: Variaciones sobre vientos

miércoles, 14 de marzo de 2018

Mis libros en Bubok - Algunos cambios

Estimados lectores, amigos, seguidores y personas que casualmente  llegaron a este blog en algún momento de su navegación por el cyberespacio, hoy, quiero compartir con ustedes una novedad respecto de mis libros editados y publicados en la editorial Bubok.

   A partir de este día que se inicia algunos de los libros en formato .pdf que podían descargarse gratis, ahora tienen un costo. La mitad del costo del mismo texto impreso. Siempre hay excepciones a la regla ¿no?. Bueno, la excepción es, por ejemplo, el libro: OLIVOL Y MUNDIAL UN SOLO CLUB, que sigue siendo gratis su descarga en formato .pdf; así también: CORO ESPERANZA 1985-2015 30 años de actuaciones. Y además, otros dos libros: Líneas Paralelas - Relato de viaje y Huellas de mis pensamientos.
   Gracias por compartir esta aventura de escribir y leer, reinventar y recrear espacio-tiempos comunes, donde cada uno se desliza a su manera. 
     Espero que entre huella y huella nos podamos cruzar y compartir... 


miércoles, 16 de noviembre de 2016

Universo Creativo de Pedro...

Universo creativo de Pedro Buda es el título de mi último blog. En él intentaré dejar información sobre las huellas de mis libros publicados. Un poco de cada cosa, en la medida que vayan surgiendo datos para compartir con la comunidad. 

De momento podrán encontrar información sobre el sitio de donde descargar los libros en archivo .pdf, también pueden acceder a enlaces para comprarse en línea cualquiera de los libros impresos, en los distintos países donde la Editorial Bubok tiene su plataforma.

Dejaré, por otra parte, enlaces a sitios donde se publicaron parte de los libros, como por ejemplo, alguno de los cuentos que conforman los cuatro libros de cuentos. En otra oportunidad mencionaré otras informaciones, vinculadas a la creación o a las cosas vinculadas a la escritura de estos libros. 
Se irán agregando datos sobre la realización de los otros libros, como por ejemplo, los que tienen que ver con investigación periodística, y algunas cosas más. 

En fin... Los invito a conocer:  Universo creativo de Pedro Buda
Les dejo más abajo imágenes de los distintos aspectos del mismo blog.
Finalmente, en esta entrada, deseo agradecer a los amables lectores al tiempo que invitarlos, una vez más, a conocer el nuevo blog.









viernes, 16 de septiembre de 2016

Victoria




Victoria mira el puerto desde la ventana de su cocina. El sol sube rápido por el éste cada mañana. Y ella disfruta ese instante. Después de ver la salida del sol toma el mate de la mañana. Se apronta y sale a buscar algún libro en las tiendas de libros usados. Canjea los que ya leyó, aunque suele guardar algunos, cual reliquia. Es su pasatiempo predilecto.
Un mañana de mayo, después de la salida del sol, se quedó con la mirada perdida. En la radio sintonizada en AM pasaban una noticia del día anterior. Una niña había muerto a manos del adulto a cuyo cargo estaba. Inmediatamente recordó, a sus setenta años, situaciones vividas en su niñez. Palizas, corridas. Recuerdos que consideraba enterrados en lo profundo de la rojiza tierra.
Victoria vive sola. Nunca quiso casarse o tener hijos. Se había jurado eso  ̶ y lo cumplió   ̶  de no traer niños al mundo. Era la séptima hija de un total de catorce hermanos. Su niñez la había pasado como criada en una y otra casa, como la mayoría de sus hermanas. Desde muy chica tuvo un carácter fuerte. Era muy rebelde y no se quedaba callada ante nadie. Para bien o para mal.
La mañana en cuestión, tras la rutina de ver salir el sol se dio un baño y salió como de costumbre, pero no visitó ninguna tienda de libros, no recorrió el micro-centro, no subió a ningún colectivo, sólo caminó. Y sus pasos la llevaron a la entrada de un templo, una pequeña capilla a donde concurría a oír misa, los primeros años tras su llegada a la ciudad capital. Pero hacía muchos años que no pisaba el interior del lugar. Esa mañana encontró abierto el templo e ingresó. Se persignó y vio que un sacerdote estaba cerca del confesionario. Se acercó y le dijo: "Necesito contarle".
̶ Bien, bien... Lo que quieras decir.  Pero sentémonos en un banco.
̶ Sí, sí. Estoy cansada. Gracias.
Lo que Victoria tenía para decir le llevó una hora, que le pareció corta al sacerdote. Ella parecía muy cansada al principio, sin embargo, el hombre de canas intuyó que ella necesitaba decir más, pero quizás en otra ocasión. Era mucho para un solo día.
La mañana estaba hermosa, el sol se colaba por entre las hojas, el bullicio de la ciudad iba creciendo; pero dentro de la capilla reinaba la calma. Sólo un murmullo era audible, donde ellos se encontraban. A un costado, hacia el frente, una mujeres rezaban el rosario, tenían un ritmo, un punto de inicio y otro de cierre, siempre el mismo, casi como el lub dub del corazón.
El sacerdote la miró y casi susurrando le mencionó que la recordaba, pero que hacía años no venía, como solía hacerlo los domingos.
̶ Sí, dejé de venir... dejé de venir pero sigo creyendo... Sabe el sol.... El sol me da esperanzas  ̶ se animó a comentar.
̶ Cada día es un regalo del señor... Y tú eres una mujer fuerte, luchadora  ̶ Expresó él mirando hacia ella y hacia una entrada de luz que provenía de lo alto de una pared.
̶ Creo padre, que al contarle esto que tenía aquí guardado... Al contarle me saqué... Me saqué un gran peso.
̶ Haz cargado demasiados años con este lastre y ya es hora... Es hora de dejarlo atrás. Tu nombre hace honor a esto que es tu vida: una victoria. Vive, vive y sé feliz. El sufrimiento no te doblegó, pero cargaste por demás con ese equipaje.
No dejes de visitar nuestra capilla, otras personas podrían aprender mucho de tus caminos en esta tierra color sangre.
̶ Lo haré. Seguramente mis pasos volverán a traerme, como lo hicieron hoy, después de tantos años.
Pedro Buda
Walter H. Rotela G.
2016 
*Este texto forma parte del libro de cuentos Criados... En la Tierra Roja 
Visita la página del autor en bubok 

miércoles, 27 de julio de 2016

Marito Pirú

Fotografía y edición de Walter H. Rotela G.   

Don Mario disfrutaba de una helada cerveza. Tenía una docena de latas en la heladera y tres cajas más en el galponcito del fondo. Miraba la televisión distraídamente cuando escuchó el titular de la noticia: "Niña muerta por golpiza propinada por el adulto responsable de su cuidado". Apagó el televisor y encendió la radio donde pasaban polcas paraguayas.
Marito, como lo llamaban, conocía perfectamente el tema. Él había sido un criadito en casa de un veterano de la Guerra del Chaco. Este hombre de oficio albañil, se había asociado con un emprendedor hombre que conocía el arte de la elaboración de distintas cerámicas, como tejas o losetas. Varios productos de la tierra roja.   
El padre de Marito fue soldado reservista y actuó durante la guerra a las órdenes del sargento don Tránsito, el veterano albañil. Cuando supo que su antiguo superior estaba al frente de una empresa no dudó en visitarlo y pedirle que albergara a uno de sus hijos, en su casa o en la empresa, para que pudiera ir a la escuela.
El hombre que había quedado pensativo, ante la noticia de la niña muerta, era el quinto hijo de los nueve que habían engendrado su padre con su madre; pero sabía que había otros hijos, con otra mujer. Un motivo por el cual sus padres reñían cuando él era muy chico, un tiempo antes de que él fuese entregado a las órdenes de don Tránsito, en la fábrica de cerámicas. La cual no era más que un grupo reducido de casitas y unos galpones, más los tinglados sin paredes, de palos y tejas, donde depositaban las cerámicas.    
Marito quedó pensativo. Recordó sus primeros años en la fábrica, durmiendo de mita'i1 en uno de los galpones, pasando frío muchas veces, y otras, calores impensables con mosquitos que no paraban ni con cien espirales. En esos tiempos, cuando tenía entre nueve y diez años, sentía el estar apartado de sus padres. Sin embargo, no era el único en esa situación. Varios de los que trabajaban con él eran criaditos y sus padres los habían confiado a don Tránsito, que si bien no era malo, los ponía a trabajar duro todo el día. Eso sí, cada noche se aparecía y les contaba anécdotas de la guerra, muchas inventadas. Después de su relato les decía que ellos tenían suerte de estar allí y  no en medio de un campo de batalla, donde el machete, angaú2, era su mejor amigo.
Una noche, uno de los mita'i se reveló. Esa fue la vez que a Marito le quedó claro que nunca debía contradecir al viejo sargento. Tránsito tomó un palo que estaba a su alcance y lo golpeó,  angá3, al criadito gonzalito; con tanta fuerza y violencia que lo tuvieron que llevar a la casa del enfermero del barrio. El viejo le gritaba... "Añá Membî, Aña Membî4, mita'i carapé5". Lo trajo de vuelta, todavía vendado, una semana después. La golpiza no volvió a repetirse, y por un largo  tiempo, tampoco los relatos del viejo sargento.
Las polcas seguían sonando pero Marito no las escuchaba. Su mirada quedó perdida en un punto más allá de la puerta de entrada a la casa donde vivía ahora, que era el encargado de la fábrica. El viejo Tránsito había muerto años atrás y el que más conocía el negocio era él. El veterano, cuando cumplió sus setenta y cinco años, viéndose sin hijos, le dejó su parte de la fábrica.
Marito sentía un gran dolor, pero no entendía muy bien porqué. Recordaba vívidamente la golpiza que había sufrido Gonzalito, y también que, a pesar de ser mayor que el mita'i ese, no hizo nada por defenderlo. El viejo Tránsito era como un padre, sin serlo. Su palabra era sagrada, y todos le debían respeto. Lo que se materializaba en esa devoción diaria al trabajo, en el pedirle su bendición cada mañana, para empezar el día. La sumisión era parte de su idiosincrasia, algo incuestionable. Pero esa noche, la imagen fue tan fuerte que le hizo pensar en que, quizás, aquella rebelión de Gonzalito fue justa. Más cuando pensó en las veces que Gonzalito lo había salvado del maltrato de otros criaditos que lo llamaban "Marito Pirú6".
Un grito se le escapó cuando pensó nuevamente en la niña muerta y salió corriendo hasta donde dormitaba el ahora hombre, Gonzalito. Lo llamó y lo abrazó con fuerza. Después volvió a su rancho de encargado y tomó el resto de cervezas que estaban en la heladera.
Media hora después de la última lata don Mario se durmió.  El viejo Tránsito se le apareció en sueños y le habló: "Marito pirú Ñandejára7 te ilumine... Yo nicó8 viví como che gente9 he-í10. Y terminé cuelelé11 y medio tabî12..."  De un salto se despertó. El silencio, sólo interrumpido por algún grillo, dominaba la noche. Volvió a dormirse. Una vez más, el ex sargento se le apareció, vestido con su uniforme de soldado y le dijo en guaraní: "Guapicha oikutu va'e, oepy va'era13".

  Pedro Buda
Walter H. Rotela G.
 
  

Marito Pirú - 
CC by - 
Walter Hugo Rotela González 
    
Voces en guaraní usadas en este cuento.
1 Mita'i: Niño 
2 Angaú: Supuestamente, "como qué"  
3Pobrecito,
4 Aña Membî: Hijo del diablo
Mita'i carapé: niño de baja estatura, petiso
6 Pirú: Flaco
7 Ñandejára: Dios, Nuestro señor
8 Nicó: Ciertamente, efectivamente
9 Che gente: Mi gente
10 He-i: Dice
11 Cuelelé: Viejo, destruido
12 Tabî: Loco
13  Guapicha oikutu va'e, oepy va'era: "El que hiere a su semejante debe pagar su culpa"

*Este texto forma parte del libro Criados... En la Tierra Roja  

**Puedes visitar mi página en bubok Argentina

domingo, 13 de marzo de 2016

Serie Túneles Booktrailer



*Puedes visitar mi página en bubok Argentina
El libro Serie Túneles puedes comprar o descargar de la página en Bubok

jueves, 21 de enero de 2016

Serie Túneles en Bubok

Estimados cybernautas, seguidores u ocasionales contactos, a partir del día de hoy está disponible, completamente gratis, mi último libro "Serie Túneles" en la plataforma de Bubok Argentina.



Serie Túneles - 
CC by - 
Walter Hugo Rotela González 

Este libro reúne siete cuentos que giran siempre sobre el mismo tema: un túnel. Cada túnel es parte de la historia de personajes cuyas vidas están vinculadas fuertemente con la existencia del mismo.
En "El túnel de don Belmiro" se narra sobre un túnel de un centro de salud, donde se percibe la presencia de algo o alguien y las enfermeras consideran que es el espíritu de un paciente que vagabundea por el lugar, como lo hizo en los últimos períodos de su internación.
En "El túnel del caudillo" dos compañeros de trabajo llegan a una cantina a orillas de un camino vecinal. Allí le cuentan la historia de un hombre que mandó construir túneles bajo su casa, para huir de sus posibles enemigos.
Por otro lado, "Túnel al amor" trata sobre lo que ocurre mientras inician obras de restauración de una casa. Descubren la existencia de túneles que desembocan en los sótanos de la residencia. Investigan y comprueban que son vestigios de conductos que unían dos centros asistenciales de salud, que oficiaban también como lugares de reclusión de hombres y mujeres, quienes se daban cita, en secreto, bajo la casa.
En "Un túnel bajo el agua" amigos y sus parejas respectivas pescan a orillas del agua, cuando una de las mujeres relata la existencia de un túnel, justo bajo el agua, en la zona donde están. El túnel y su entrada de acceso se mantienen en secreto por razones de seguridad o puede ser sólo el divague de un ex-soldado, pasado a retiro por cuestiones de alcoholismo. 
Los otros tres cuentos que conforman esta serie sobre el mismo tema son: "Túnel al osario"; "La carta del hombre de la silla" y "El Armario".

domingo, 17 de enero de 2016

Cuento - El túnel del caudillo



La noche empezaba a insinuarse, era como las seis de la tarde, en pleno invierno. El sol se ocultaba veloz tras la inasible línea horizontal, justo cuando llegábamos al almacén-cantina de don Indalecio. Un punto de encuentro de peones, capataces y otra gente de campo.
La cantina tiene de todo, o, casi. Tanto hay bebidas blancas como cervezas, vinos o fiambres; así también herramientas, útiles de limpieza como calzados y... ¡quién sabe qué más!
Llegamos al lugar por casualidad con un amigo y compañero de trabajo. Realizamos el tendido de líneas telefónicas y nos tocó hacer instalaciones en un pueblo a unos ochenta kilómetros de la capital. Era tarde, habíamos terminado la jornada, y desde la ruta, vimos algo de luz. Apenas se notaba la presencia de lo que nos pareció un almacén de campaña. No nos equivocamos.
Nos acercamos despacio con el vehículo; pero estando cerca quedó claro que era una suerte de pulpería, de viejo almacén de campaña. Conserva, al mirar en su interior, sobre el mostrador, una reja característica de las viejas pulperías. Ésta cubre sólo la mitad del mostrador, siendo hoy poco más que adorno y no cumple con su cometido del pasado de separar al gaucho, al cliente, del que atiende la cantina-almacén. 
Descubrimos que el lugar es el punto de reunión, casi obligado, de los parroquianos en las horas de la noche, pues poco después de la caída del sol se fueron acercando, saliendo no sé de dónde, uno a uno, varios hombres que llegaron de a pie o en motos pequeñas.
Nosotros, por nuestro lado, a esa altura del día, sentíamos el cansancio acumulado, y, siendo el último día de la semana laboral, nos dimos la oportunidad de tomar un descanso. Por eso pedimos la primera cerveza, más una picada de queso de chancho y pan.
A pocos kilómetros estaba el pueblo. Habíamos acordado quedarnos allí el fin de semana. Un viejo amigo nos ofreció hospedaje. Lo llamamos y prometimos llegar sobre las diez de la noche. Nos esperaba.
Entre charla y charla surgió una historia interesante. Resulta que en la zona vivía un caudillo político que había mandado construir una serie de túneles para poder escapar de eventuales perseguidores.
Según el relato de don Indalecio, el túnel tenía más de una entrada en el interior de la casa e igualmente varias salidas en el exterior. Todas, claro está, estaban perfectamente ocultas. Y los tres o cuatro hombres que los habían construido al túnel, habían desaparecido. "Cómo si los tragase la tierra..." aclaró don Indalecio. Él conocía el tema por boca de un estanciero de la zona, amigo de uno de los nietos del caudillo.
̶ Don Elías, era nieto del viejo caudillo. Él dice que descubrió el túnel por casualidad, jugando en la casa -relata don Indalecio. Le preguntó a su abuelo –continuó- y éste casi lo muele a palos. Sin embargo, el viejo caudillo, prefirió contarle una gran mentira y le pidió que jurase, por su vida, no mencionar a nadie sobre el tema, nunca. "La historia del mundo, depende de eso"-le dijo y lo convenció no más. Pues pasaron muchos años antes de que él se animara a compartir la historia. 
̶ ¿Y qué le dijo el viejo? –pregunté, sin aguantarme.
̶ Bueno... Él dice, que el viejo le contó que ese túnel llevaba hasta una cueva. A ella acudían unos seres que cuidaban la tierra, se encargaban de mantener el perfecto equilibrio de todas las plantas y animales. De ello depende –le aseguró- la vida del planeta.
̶ ¿Y el niño le creyó realmente? – quiso saber mi amigo Rodolfo. 
̶ Quizás, porque como le dije antes, juró que no hablaría del tema con nadie nunca. Y lo hizo recién después que el caudillo murió. Había entendido, en su adolescencia, que el abuelo tenía sus razones para mantener en secreto aquél túnel. Más de una vez escuchó historias sobre su actividad política, sobre sus pensamientos respecto de lo que debía ser el país, algo muy distinto a los tendencias comúnmente aceptados en la época del viejo caudillo.
̶ ¿Y don Elías, aún vive? – pregunté.
̶ Sí, vive – contestó don Indalecio que parecía disfrutar narrando aquellas historias del campo. Él mismo me contó –en oportunidades que pasó por aquí a tomarse una copita−que, varios años después de la muerte del caudillo, fue a la propiedad movido por la curiosidad que le provocaban aquellos  disimulados túneles.  Y lo interesante es que conserva, en su fuero interno, eso de que había hecho una promesa. Pero la curiosidad fue mayor.
"¿Y qué encontró?" –preguntó mi amigo, al mismo tiempo que yo.
̶ Descubrió que el túnel –continuó la narración el cantinero, pero antes hizo una larga pausa, mirando alrededor, como para confirmar que nadie lo estaba escuchando, excepto nosotros, o, para crear un aura de misterio a la cosa narrada− tenía ramificaciones.
̶ ¿Ramificaciones? –pregunté, casi sin querer.
̶ Sí, es que al túnel se accedía desde más de una entrada en el interior de la casa. Y además, tenía más de una salida. Una de ellas daba a un bosquecillo que bordea el río. Incluso encontró un tronco hueco, perfectamente cerrado en sus extremos con una suerte de brea y trozos de madera cabalmente encastrados, cubierto por ramas de arbustos. Esto –aclaró el nieto del caudillo– bien pudo ser una suerte de canoa que pasara desapercibida, para cualquier paisano que deambulara por esos lares.
El túnel está intacto en casi su totalidad. Por si fuera poco, está revestido por ladrillos en algunos sectores y, en otros, por piedras muy bien colocadas. Las entradas están disimuladas hasta el día de hoy.
La propiedad está habitada en la actualidad por una familia que desarrolla tareas rurales en el mismo predio. Son personas algo mayores y que nunca comentaron nada respecto a algún túnel o cosa parecida. Desconocen la historia del lugar, aunque saben que allí vivió el personaje al que se refieren como "el caudillo".
El nieto recorrió toda la extensión del túnel y sus ramificaciones de palmo a palmo y comprobó que era una prodigiosa obra de ingeniería, pues la obra se mantiene en pie y oculta a las miradas de extraños. Porque, aunque la historia es narrada por nuestro anfitrión don Indalecio, jamás nos refirió sobre el lugar exacto donde se encuentra la chacra.
La narración surgía de boca de don Indalecio en forma lenta, pausada, de voz ronca casi, grave, producto del tabaquismo. El tiempo había pasado, si lo medimos por la botellas de cerveza que se fueron abriendo. A esa altura éramos unos diez parroquianos que seguíamos, con mucha atención, las palabras del cantinero. La atmósfera que se había creado era increíble, parecía una suerte de teatro, donde, también nosotros, éramos actores invitados.
Pedro Buda
                                                                                                                                                    2015  

 
El túnel del caudillo - 
CC by - 
Walter Hugo Rotela González 



*Este texto forma parte del libro Serie Túneles publicado en Editorial Bubok
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cuento - Un túnel bajo el agua


Estábamos pescando en las orillas de la bahía, en la zona oeste, a los pies del cerro. El viento era suave y dejaba una suerte de murmullo al pasar entre las columnas del muelle.
Unas cuantas gaviotas y biguás −quizás un poco más de un medio centenar− parecían tomar el sol, apacibles, sobre unas desvencijadas estructuras de un antiguo muelle cercano. Los hierros, retorcidos y oxidados, mostraban el paso del tiempo en el nivel de deterioro que presentaban. También los restos de hormigón que faltaban por secciones, dan esa imagen de discontinuidad al antiguo muelle.
De pronto el pique comenzó a mejorar. Junto a mi esposa Juana y a una pareja de amigos disfrutaba de la tarde. Nuestros amigos, Matías y Sandra, contaron sobre algo que nos dejó intrigados. Conocieron, en la zona, a un marino retirado, un cabo dado de baja, que les contó sobre un túnel que empezó a construirse en plena época de la Guerra Fría.
El aire fresco invitó a degustar unos tragos de licor casero que teníamos en una bolsita de cuero, acompañarlo con bizcochos y el infaltable mate amargo
Juana estaba capturando imágenes, más que peces, aprovechando una potente lente que le habían prestado. Es verdad que poco le atrae la pesca, aunque siempre disfruta de estar al aire libre. Descansa, observa y después esas imágenes que registra las lleva al lienzo en momentos tranquilos. Sandra, en cambio, es periodista y tiene varios años encima. Trabajó  en varios medios del interior del país. Su curiosidad innata se amplifica por su formación como comunicadora. Su esposo suele decirle que no investigue tanto, que no profundice. Sin embargo, ella hace caso omiso de sus pedidos.
Sandra, como de costumbre, tomó la palabra e inició el relato del túnel que estaba allí, algunos cientos de metros adelante nuestro.
̶ Les digo que hay un túnel allí. No sé dónde exactamente,  pero se construyó en plena época de la Guerra Fría –dijo Sandra.
̶ ¿Un túnel? ¿Y para qué hacer un túnel si con una lancha trasladas todo lo que quieras? –Le propuse, al tiempo que recogía entusiasmado con el reel alguna pieza que creía había en el otro extremo del hilo.
̶ Eso si te importa o no que alguien vea lo que trasladas y cuando lo haces, etc. , etc. ¿Pero... qué si no quieres que nadie sepa lo que estás haciendo, y que eso suceda en las narices de todos? –Preguntó con una sonrisa Sandra.
̶ Vos y tu creencia de que siempre hay cosas ocultas. Aunque, para ser sincero, tantas veces la labor de ustedes los periodistas lleva a conocer lo que no nos quieren decir los gobernantes a la gente de a pie. Justamente por eso te quiero y te respeto negra −Le dijo, con su típica voz ronca de fumador, Matías.
̶ Mirá, la cosa del túnel me lo contó un tipo, un marino retirado, aseguró Sandra.
̶ ¿Y qué fue lo que te contó el hombre? –pregunté, a esa altura, con algo más de entusiasmo, tras guardar la presa capturada y encarnar de nuevo.
̶ Pues... como les dije, en pleno contexto de la Guerra Fría, los verdes construyeron un túnel desde sus instalaciones a la isla. El objetivo era instalar allí lanzas cohetes. Y eso no podía estar a la vista de todo el mundo, claro. El tipo contó que habían traído una máquina excavadora, que trabajaba bajo el lecho del río. Se colocaban caños de un diámetro adecuado, que tenía una superficie plana. Es decir, no era un cilindro completo, sino que tenía una superficie plana que iba hacia abajo y lo convexo hacia arriba, dejando un espacio interior plano en la base.
̶ ¡Qué loco! Parece un disparate. ¿Quién haría semejante trabajo sin un sentido muy claro? No lo creo, no –comentó Matías.
̶ Bueno, yo que sé. Pero lo empecé a investigar –aclaró Sandra. Parece que la idea era, sobre esa superficie, colocar rieles para transportar cosas en unas chatas muy pequeñas. Como para colocar una suerte de zorra diminuta en el cual transportar incluso hombres acostados, que así serían trasladaos de un punto al otro. Mientras en la superficie se mostraría alguna lancha que otra sin mucha actividad. Todo lo importante estaría bajo la bóveda del tinglado que aún vemos hoy, pero, en realidad bajo la superficie, por debajo del nivel del mar.  
̶ Estaban enfermos –dije. Un gasto enorme... Pero interesante saber si es cierto ¿no?
̶ ¿Te parece? Si dicen que no se puede construir un túnel para subtes, no creo que construyan un túnel para eso –intervino Juana que estaba por fuera de la conversación aparentemente, pero, en realidad, estaba siguiendo el hilo de la misma. No sé lo que ustedes pueden llegar a ver, pero con estas imágenes que acabo de obtener se puede apreciar que era posible armar algo bajo esa inmensa estructura. Pero no creo que hayan edificado nada.
Sandra continuó el relato brindando detalles de la construcción. Pero recién al final aclaró que el hombre que les había relatado todo eso, lo hizo en medio de una reunión, durante la cual estaba bastante alcoholizado, como era costumbre desde hacía un tiempo a esta parte de su vida. Lo habían dado de baja por esa misma causa más un expediente de demencia a causa de lo mismo y nunca más había conseguido un trabajo fijo. Sin embargo, él aseguraba tener conocimiento de la construcción.
Cuando empezaba a caer el sol, mirábamos hacia el oeste para disfrutar el final de la tarde. La misma imagen alargada del sol sobre la superficie del agua semejaba un túnel cuyo final se hundía lentamente bajo el agua.
Pedro Buda
2015
 
Un túnel bajo el agua - 
CC by - 
Walter Hugo Rotela González 



*Este cuento forma parte del libro Serie Túneles 
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