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jueves, 1 de septiembre de 2016

Dos o más palabras... sobre los seres del bosque

Los seres del bosque

Los seres del bosque están en la imaginación, son reales porque habitan en tu mente, en tus sentidos, en tu vida de escritor, en ese mundo que ves al soñar, al escribir, al pensar estas o aquellas líneas que van surgiendo y dejando huellas. 
  Gracias a esta necesidad de escribir, de dejar impresiones, de observar, de ingresar a los mundos de los seres que nos rodean, van surgiendo estas historias, estos proyectos que dicen tanto de la realidad como los informativos, sólo que con otros códigos, con estilos diferentes. 
  Cada escritor nos cuenta sobre ese mundo, algunos con más facilidad que otros desnudan el alma humana, descubren sus paisajes urbanos o de los campos, pero cada uno nos transmite algo de aquello que les rodea, permitiéndonos conocer más este vasto mundo que habitamos y compartimos. 
  Hoy leyendo a un escritor uruguayo disfruté de un mundo que apenas percibo, en ese campo que, algunas veces, visito y tras compartir con sus pobladores un rato de charla, aflora en parte su belleza, su vida, tan distinta a la urbana vida de Montevideo. 
  Esta entrada es simplemente para agradecer a los escritores que nos regalan sus visiones, sus observaciones, su mundo interior para nuestro deleite. Aprendo, cada día, sobre este oficio que me regala o me da, no dinero, pero sí mucho más de lo que creí podría darme. 
  Los seres del bosque, ese que conforman las dendritas, son tan reales como los que la imagen arriba compartida nos ilustra. Existen, están y andan, según nuestra imaginación los guíe. Allí estriba, según lo dijo un reconocido escritor argentino, la diferencia entre el loco y el escritor. Una fina puerta separa a uno del otro, al loco del escritor. Uno puede detener o mover al personaje, el otro no.   Aunque hay quienes afirman que una vez puesta en letras la vida del personaje, adquiere voluntad propia. De eso... nada sé. Pero ciertos personajes, creados por algunos escritores, tienen su lugar en el mundo, y lograron mayor reconocimiento que sus creadores literarios. Ejemplos hay muchos y no vale la pena que yo los nombre. Cada uno conoce algún personaje popular o reconocido. 
  Dejo por aquí estas huellas... Es mi reencuetro con aquellos amables cibernautas, receptores, seguidores que están aquí o más allá de la vuelta de la esquina de esta red de redes. 
Pedro Buda
Septiembre 2016

viernes, 9 de mayo de 2014

Lo que importa es creer

No será mucho lo que diré. No será ni mucho ni poco, tan solo unas frases sueltas porque estoy cansado de mirar la pantalla y que surjan palabras… No, mentira, es lo más maravilloso de mis días, que las historias vayan surgiendo allí, con cada paso. Dejando huellas van los personajes, creando su universo, como nosotros, de carne y hueso.
Insisto, no insistiré sobre el asunto. Pero ahí está la magia de esto, cuando crees que ya no tienes ganas de seguir escribiendo van surgiendo imágenes, palabras, ideas, esbozos de imágenes que poblarán las escenas o los relatos de los personajes que viajando mirarán por las ventanillas del tren – o  del auto, del ómnibus- los campos brotados o las estrellas en medio del negro firmamento.  
Mi pena o mi dolor, mis alegrías o mis satisfacciones toman forma de personajes y viven ese mundo que habito, en mis sueños del tiempo de vigilia, esos que llamo cuentos.
 “Toda esa magia escondida…” -como dice la canción que canta Juan Carlos Baglietto- está ahí, a un clik de distancia, a un segundo de luz, a medio camino entre vos y yo, que nos leemos entre líneas, que nos sabemos cómplices de esta aventura compartida, donde yo creo que escribo y tú crees que lees, pero donde ocurre, en realidad, otra cosa: ambos escribimos y leemos al mismo tiempo, pues las letras que conforman las palabras llegan a ti y dibujan en tu interior una imagen que quizás no fue la que cree al hacer presión en la tecla o en la punta del bolígrafo…
Está de más decir que estoy aquí porque creo que tú estás ahí, o que estarás ahí cuando yo ya no esté. Lo que importa es creer. Y creer es, desde el vamos, una forma de hacer, de escribir, de leer.
Hoy y ayer debía escribir algunas líneas, pero no lo hice. Perdí las ganas, no sé dónde, pero las perdí. Creo, firmemente creo, que las volveré a encontrar; pero quizás mañana, cuando el sol, vuelva a decir: “aquí estoy”.


martes, 26 de marzo de 2013

Epístola


                             Montevideo, 1998.-*
Queridos amigos:
                              Disculpen la indiscreción; pero cuando uno lee y relee vuestros libros, vuestros cuentos, cree que se establece una comunión. Bueno, digámoslo de otro modo: una comunicación especial.
                             Ustedes han hecho sus propios caminos, les tocó vivir sus tiempos, sus circunstancias y han sabido interpretarlo a su modo. Además, han crecido y nos han dejado sus impresiones para nuestro beneplácito o sólo para movernos interiormente.
                             Soy lector de vuestras letras, o mejor será decir de: las traducciones de vuestra lengua a la mía. Quizás algo se pierde, pero no todo. Así, al leerlos, reinvento esos lugares y veo a los personajes; busco  los rincones donde transcurren las acciones y termino soñando… o ensoñando con ellos. Así, ahora al escribirles, les devuelvo mis impresiones.
                            Tal vez esto nos pase a todos quienes nos metemos en vuestros mundos, a quienes creemos en ese otro universo que es tinta, pintura, real o irreal, y por qué no, espejo de lo que cada uno vive, pero expresándose en otra dimensión.
                            Vuestro sufrimiento Ana (Frank) y vuestro discurrir son tan importantes como el fluir ocurrente de  ti James (Joyce). Pero, si en realidad, somos todos hermanos bajo el mismo cielo, sintiendo, gozando o sufriendo sobre la misma vieja madre tierra. Entonces, más allá de fronteras de todo tipo, podemos sentirnos parte del mismo mundo.
                           Por qué no creer en la parte de verdad dicha por Jorge Luis (Borges) o por el escritor de “Las Venas Abiertas de América latina”.
                          Solo me resta decirles “gracias”. Sí… gracias por vuestro aporte. A cada uno de ustedes, estén donde estén… Todos quizás, de algún modo, dentro nuestro.
                                                                              Pedro Buda
1998




*Esto lo escribí hace algunos años atrás y hoy lo volví a encontrar. Me interesa compartir esto porque así lo sentí en ese momento y así lo siento hoy. Creo que esos escritores, consagrados o no, que vieron sus escritos publicados o no, que dejaron sus impresiones sobre lo que les tocó vivir, crudo o rutinario, aunque el mundo nunca es tan rutinario, al escribir eran conscientes de que buscaban a un lector a quien poder realizar sus confidencias, sea que estuviesen encerrados y en medio de una guerra o no. Y antes que definirme como escritor me gusta creer que soy un lector, un buscador de historias, un buceador en ese mar o universo inventado que se vuelve real al tiempo que ingresamos en él. 
                                                                                                                                             Walter Rotela




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