martes, 26 de marzo de 2013

Epístola


                             Montevideo, 1998.-*
Queridos amigos:
                              Disculpen la indiscreción; pero cuando uno lee y relee vuestros libros, vuestros cuentos, cree que se establece una comunión. Bueno, digámoslo de otro modo: una comunicación especial.
                             Ustedes han hecho sus propios caminos, les tocó vivir sus tiempos, sus circunstancias y han sabido interpretarlo a su modo. Además, han crecido y nos han dejado sus impresiones para nuestro beneplácito o sólo para movernos interiormente.
                             Soy lector de vuestras letras, o mejor será decir de: las traducciones de vuestra lengua a la mía. Quizás algo se pierde, pero no todo. Así, al leerlos, reinvento esos lugares y veo a los personajes; busco  los rincones donde transcurren las acciones y termino soñando… o ensoñando con ellos. Así, ahora al escribirles, les devuelvo mis impresiones.
                            Tal vez esto nos pase a todos quienes nos metemos en vuestros mundos, a quienes creemos en ese otro universo que es tinta, pintura, real o irreal, y por qué no, espejo de lo que cada uno vive, pero expresándose en otra dimensión.
                            Vuestro sufrimiento Ana (Frank) y vuestro discurrir son tan importantes como el fluir ocurrente de  ti James (Joyce). Pero, si en realidad, somos todos hermanos bajo el mismo cielo, sintiendo, gozando o sufriendo sobre la misma vieja madre tierra. Entonces, más allá de fronteras de todo tipo, podemos sentirnos parte del mismo mundo.
                           Por qué no creer en la parte de verdad dicha por Jorge Luis (Borges) o por el escritor de “Las Venas Abiertas de América latina”.
                          Solo me resta decirles “gracias”. Sí… gracias por vuestro aporte. A cada uno de ustedes, estén donde estén… Todos quizás, de algún modo, dentro nuestro.
                                                                              Pedro Buda
1998




*Esto lo escribí hace algunos años atrás y hoy lo volví a encontrar. Me interesa compartir esto porque así lo sentí en ese momento y así lo siento hoy. Creo que esos escritores, consagrados o no, que vieron sus escritos publicados o no, que dejaron sus impresiones sobre lo que les tocó vivir, crudo o rutinario, aunque el mundo nunca es tan rutinario, al escribir eran conscientes de que buscaban a un lector a quien poder realizar sus confidencias, sea que estuviesen encerrados y en medio de una guerra o no. Y antes que definirme como escritor me gusta creer que soy un lector, un buscador de historias, un buceador en ese mar o universo inventado que se vuelve real al tiempo que ingresamos en él. 
                                                                                                                                             Walter Rotela




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