Lo
que relataré aquí tiene que ver con el hallazgo de unos obreros al realizar unos
trabajos de construcción en una antigua casona de un barrio de Monrou.
La casa en cuestión estuvo abandonada
por años. Fue residencia de un jerarca de la administración pública y
empresario de renombre del siglo XX. A mitad de ese siglo se construyeron
también en esa zona, en dos cuadras aledañas, sendas edificaciones para uso
sanitario. Es decir, se edificaron una suerte de policlínica para hombres,
específicamente reclusos, al norte de esta casa, y, un centro asistencial para
mujeres, en estado de detención, al sur. Estas construcciones no se realizaron
al mismo tiempo, pero sí en la misma época, con poco más de un año entre el
inicio de una y otra.
A estos centros asistían a personas de
condición socioeconómica baja, que habían sido recluidos por delitos menores.
Algunas de estas personas permanecían allí por largos periodos, tanto por sus
padecimientos como por su propia
voluntad, pues se las ingeniaban para quedarse, al no tener otro lugar a donde
ir, porque... o eran viejos y enfermos, o simplemente, no sabían cómo
sobrevivir en medio de la sociedad con sus códigos diferentes.
Para realizar el mantenimiento de la
casona, era fundamental rever el sistema de cimientos. Es un predio muy grande
y con una importante edificación que terminó en manos del Estado, por deudas
impositivas.
Los obreros hallaron en el sótano dos
bocas de entradas a sendos túneles. Una se dirigía al norte y la otra al sur. Informaron
al capataz y juntos pudieron revisar un tramo de cada túnel. Pero necesitaban
más equipo y un motivo para seguir. De lo contrario, simplemente, tapiarían las
entradas y seguirían con las obras de refacción. Allí fue cuando mi sección
administrativa recibió la comunicación para ver el asunto y determinar si era o
no de interés la investigación de esos túneles. De ese modo tomé contacto con
esa historia escondida, esa que se daba bajo tierra.
Al cabo de casi una semana obtuvimos los
equipos de iluminación para ingresar más allá de los cuatro o cinco metros que
pudieron recorrer los obreros con el capataz.
Con los operarios, al tener las luces,
pudimos avanzar en eso de saciar una común curiosidad y en develar lo que jamás
imaginamos. En parte, los túneles tenían una suerte de revoque grueso y
ladrillos y, en otras tablas trabadas que revestían el interior de los pasajes.
Logramos fotografiar y filmar los interiores. En algunos sectores de las
paredes notamos dibujos pintados con poca delicadeza, como quien lo hace
apurado o sin mucha técnica pero intentando dejar su mensaje. También
percibimos leyendas que testimoniaban la función que habían cumplido esos
túneles.
El sótano uno –así lo denominamos− es al que llegan los túneles. Pero en realidad
en la casona había tres sótanos, o tres secciones. Todos estaban conectados,
pero uno de ellos es el más profundo. Al que llamaremos dos, es como un punto
de contacto entre el más profundo (uno) y el más superficial (tres), que está
apenas cuatro escalones por debajo de la superficie del piso principal de la
casona.
La construcción tiene seis habitaciones
–cuatro en la planta alta y dos en la planta inferior–, cuatro baños, una gran
cocina, un salón comedor, un salón que oficia de recibidor en la entrada, y altillos
sobre las habitaciones del piso superior. A un costado del terreno de cien por
cincuenta hay una construcción accesoria que era usada por los caseros. Él
oficiaba de jardinero y ella de cocinera.
En el edificio accesorio aún vive un
sobrino de la pareja de cuidadores, padece ciertos problemas de relacionamiento
o algo más que no sé determinar. Sin embargo, cuando hablamos se expresó muy
correctamente. Un hombre de unos
cincuenta y pocos años, que tiene problemas de visión y padece de hipoacusia importante. Fue, justamente él, quien develó parte del misterio de los túneles.
Pues, aún vive en el predio en un claro estado de abandono.
Cuando lo entrevistamos por el tema,
para ver si sabía algo sobre lo que hallamos, nos acercó mucho a ese pasado que
allí permanecía oculto. "Los presos
construyeron los túneles para ver a sus mujeres" –dijo el hombre con
una voz gangosa y haciendo gestos con las manos, indicando claramente que el
encuentro era para practicar sexo.
"Una
cuadrilla de presos realizaba tareas de mantenimiento en la casona. El jefe del
centro para los hombres era amigo del señor 'Secretario'. Ellos –los
presos− aprovecharon esa oportunidad para
crear los túneles. Una suerte de capataz era el jefe de la cuadrilla, y también
hacía las veces de cuidador. Estuvieron como seis meses trabajando, mientras
que el señor 'Secretario' se encontraba, generalmente, de viaje por Europa.
Tiempo después él murió, y el lugar quedó al cuidado de mis tíos.
Ellos
sabían de los túneles y el fin de ellos. El conjunto de sótanos tenía
cerraduras, varias cerraduras, cuyas llaves estaban en poder de mis tíos.
Además, contaban con tranca posible de abrir sólo desde el interior de la casa.
O sea, por mis tíos. No había forma de escapar".
El relato parecía verás y con el tiempo
pudimos confirmarlo. Les dejo más de
lo contado por el sobrino de los cuidadores: "El señor 'Secretario' no estaba al tanto de los túneles, sólo de
ciertas modificaciones en los sótanos y la reparación de parte del edificio. De
hecho, había mandado construir el sótano más profundo para su cava personal,
para almacenamiento de quesos y otras cosas que le gustaba tener y a las que
podía acceder por sus amplias vinculaciones, más allá de su posición económica.
Solía realizar reuniones con importante número de personas de la alta sociedad
de su tiempo. Por ello y por estar ausente gran parte del tiempo nunca se
percató del movimiento de tierra que se había realizado en los meses que duró
la construcción de los túneles. Que claro, coincidía con la finalización de la
obra de refacción y ampliación
encomendada a los reclusos.
Los
reclusos, además, de no permanecer en sus calabozos, tenían el beneficio de
recibir una comida generosa, preparada por la cociera, mi tía. El contacto con
ellos, eso sí, era sólo por medio del capataz y un guardia".
La cocinera, al principio, no supo del
asunto de los túneles, pero sí se percató de ello el esposo. Calculó
rápidamente que el movimiento de tierra era mayor al correspondiente al sótano
accesorio. Pero se guardó de no decir nada al principio.
Una siesta aprovechó para ablandarle la
lengua al capataz. Le sirvió un vino jerez con bizcochuelo de naranja. Poco a
poco fue introduciendo el tema y rato después, el capataz, le confió sobre los
túneles. Los cuales, al principio, no tenían conexión con el sótano más
profundo, sino que terminaban en un cuarto sótano muy estrecho. También
conectado.
Pero las circunstancias cambiaron con el
agravamiento del estado de salud del viejo funcionario, que llegó al desenlace casi
inesperadamente. Como faltaba para terminar las obras de remodelación de la
casona, simplemente dejaron sin efecto el cuarto sótano secreto, y los
encuentros se realizarían en el sótano más profundo de la casona. Todo estaba
dispuesto para colocar los vinos, algún que otro pequeño barril y algunas cosas
más. Entre las maderas que servían para sostener botellas en una pared estaba
el acceso a la unión de los túneles sur y norte.
Enterado el jardinero se le hizo
comprender que del tema no debía hablar con absolutamente nadie, so pena de
padecer la peor de las muertes con sufrimiento previo. Su pareja debía estar al
tanto de todo, incluso de la amenaza. La última semana, antes de concluir los
trabajos, el capataz, con voz pausada le explicó las consecuencias de deslizar
cualquier comentario a alguien sobre el asunto.
Los túneles y el sótano de encuentro
funcionó por años hasta que las dependencias, tanto la del sur, como la del
norte, fueron cerradas o convertidas, sus funciones, en otras. Incluso la
policlínica para los hombres fue demolida y sobre sus cimientos hoy existe una
plaza pública con gran cantidad de juegos para niños.
El sótano, como parte del túnel, hoy
puede visitarse y está iluminada. La casona luce espléndida como en sus viejos
tiempos. La diferencia es que, aquello que su dueño desconoció y era secreto
para otros también, hoy es público y visitado por personas que descubren sobre
el ingenio humano para vencer las barreras que se interponen en la búsqueda de
la conservación de la especie, en la comunicación de los sexos, pues qué otra
cosa es sino eso que en definitiva buscaron esos hombres y mujeres al ingresar
en aquellos túneles.
Pedro Buda
2015
Túnel al amor -
CC by -
Walter Hugo Rotela González
*Este texto forma parte del libro Serie Túnles publicado en Editorial Bubok.
*Visita mi pagina en Bubok para conocer otros libros
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