*Este texto fue creado
a instancia de la propuesta de dos chicos de primaria, alumnos en mi lugar de
trabajo. Gracias Mateo y Emiliano.
Una noche don Rodrigo,
tras regresar de su trabajo, se paró frente al espejo y notó que su barba
estaba crecida. Se miró un par de minutos y se dijo: "Está bien. Es cómodo
y me abriga. Dejaré que la barba siga creciendo". El cansancio esa noche
lo venció y se durmió, sin darse cuenta, mirando la televisión.
Temprano,
a la mañana siguiente, se escuchó al gallo
anunciar la salida del sol. Era tiempo de levantarse, arreglarse y desayunar
para ir a trabajar. Parado frente al espejo, en el baño, don Rodrigo quedó
pensativo. Dudó un instante. Estaba muy seguro que en la noche tenía la barba
crecida; sin embargo, ahora no existía rastro de ella. Se fregó los ojos y se
dirigió hacia su dormitorio. Sobre la mesita de luz, del lado derecho, junto a
un libro y dentro de un recipiente como un plato hondo, había pelos de barba.
Su barba. ¡No podía ser! Era muy extraño.
Don
Rodrigo, pensativo, se fue a trabajar.
Finalizada
su jornada de trabajo don Rodrigo volvió al hogar. Hizo lo de costumbre y
nuevamente se quedó dormido mientras miraba un programa televisivo. Cuando
despertó en la madrugada se tocó la cara y su barba estaba allí. Pero le
faltaban los cabellos en la cabeza.
̶ ¡No puede ser! ¡No puede ser! Esto no está
pasando. Cerró los ojos y dio vueltas en su cama buscando una explicación. Pero
nada tenía sentido. Volvió a dormirse.
Al
siguiente día, al levantarse, no se miró al espejo. Se vistió y salió corriendo
a trabajar. En todo momento evitó los espejos, los vidrios, cualquier
superficie que le devolviera la imagen de su rostro. Al llegar a su lugar de
trabajo, sus compañeros no pudieron evitar expresarse... "¿Qué te pasó?
¿hiciste una promesa? ¿Por qué te pelaste?" –le preguntaron. No supo qué
decir, él no lograba entender lo que sucedía.
Pocos
días después, justo un segundo después de levantarse, de un brinco de la cama, fue
corriendo a mirarse al espejo del baño. Su sorpresa fue grande. Una sonrisa
amplia estaba dibujada en su rostro. Y sin embargo, volvería a tener problemas
para explicar, cómo sus cabellos, al igual que
su barba estaban tan crecidos. El espejo le devolvía la imagen con barba
y cabellos que conocía. Se sintió
feliz... Pero confuso.
Pedro Buda
2015
Don Rodrigo frente al espejo
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