jueves, 2 de julio de 2015

Cuento: La Gallega




El relato que les dejo seguidamente me llegó por vía de don Prudencio. Él es un hombre mayor, que aparenta más edad -por lo profuso de su cabellera encanecida.  Es un tipo activo, tranquilo y de actitud muy respetuosa siempre. Posee un uso cuidadoso de sus palabras, como haciendo honor al nombre con el que fue bautizado.
̶̶ Sabiendo que usted escribe - me dijo un día mientras se acercaba a la ventanilla donde atiendo al público, en la galería de tiendas donde paso mis ocho horas cumpliendo con el perfil de la población económicamente activa-  es que deseo contarle algo un tanto jocoso, según mi manera de ver. Usted sabrá qué hacer con eso.
̶ ¿ De qué se trata don Prudencio?  
̶ Mire, don Roque, es que en las oficinas donde trabajo, somos muchos. Y para controlar el horario de las entradas y salidas de cada quien, incorporaron una maquinita parlante.
̶ ¿Maquinita parlante? Cuénteme... ¿de qué diablos habla usted?
̶ Sí, sabía que le iba a interesar. Mire, la máquina está diseñada para reconocer las huellas dactilares de los empleados. Y entonces, a partir de allí, es que registra, "la maquinita parlante", las entradas y salidas del personal. Pero... la cosa es que no siempre funciona bien. Y además habla.
̶ ¿Habla? Bueno, bueno. ¡Qué adelanto tecnológico!
̶ Sí, mire. No se ría. <<Está programada –dicen los técnicos que la instalaron- para que ante el reconocimiento o no de la huella emita una expresión pregrabada>>.  La emisión sonora que se oye es de una voz de mujer con acento, claramente, de española. Como si no hubiera criollas para estos menesteres.
̶ Bueno, pero es como las que hay en distintas partes, como en los aparatos que ahora tienen los taxímetros, esas guías satelitales. ¿Pero, por qué es esta particular?
̶ A eso voy, a eso voy.  Quizás en el hecho de oír esa voz humana, uno identifica a la maquinita parlante no como tal, sino como a una persona. Y por ello, cuando las personas hacen uso del aparato le contestan.
̶ ¿Le contestan?
̶ Sí... Aunque no lo crea. Cuando no reconoce la huella de alguien emite una frase: "Lo siento, marque nuevamente" Y ahí, justo en ese momento, los empleados empiezan a proferir todo género de locuaces insultos. Que gallega esto, gallega lo otro, y van aplicando el dedo sobre la iluminada en verde superficie, cada vez con mayor ahínco, con más vehemencia. Y a cada prueba con error de verificación sucede el mismo discursito, una y otra vez, mientras pasan los segundos que parecen eternos. Imagínese que eso se repite en casi todos los empleados, por lo que en determinados momentos, en las horas de entradas o salidas, en las que suelen coincidir unos cuantos, conlleva a la formación de una fila donde los que esperan su turno empiezan a levantar temperatura, incluso antes de colocar su superficie dactilar sobre la iluminada verdosa zona de la máquina parlante.   
Cuando finalmente la huella es identificada, la máquina deja escapar un... "Gracias".
̶ Interesante...
̶ Interesante es el cúmulo de cosas que le responden a la máquina, tales como: "Gracias gallega"; "que te garúe finito"; "hasta la vista nena" o simplemente "maldita pe...".
̶ Entonces, se divierten gratis...
̶ ¡Qué va! Pero más de uno, después de varios intentos y parados enfrente levantan una mano, como para darle una bofetada, cual si fuera una humana presencia.
Lo interesante entonces –según contó don Prudencio- es el rato que se pasan maldiciendo a la máquina, a la cual llaman "La gallega".
Pedro Buda
2015
*Aclaración: Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. 

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