El
relato que les dejo seguidamente me llegó por vía de don Prudencio. Él es un hombre
mayor, que aparenta más edad -por lo profuso de su cabellera encanecida. Es un tipo activo, tranquilo y de actitud muy
respetuosa siempre. Posee un uso cuidadoso de sus palabras, como haciendo honor
al nombre con el que fue bautizado.
̶̶ Sabiendo que usted escribe - me dijo
un día mientras se acercaba a la ventanilla donde atiendo al público, en la
galería de tiendas donde paso mis ocho horas cumpliendo con el perfil de la
población económicamente activa- es que
deseo contarle algo un tanto jocoso, según mi manera de ver. Usted sabrá qué
hacer con eso.
̶ ¿ De qué se trata don Prudencio?
̶ Mire, don Roque, es que en las
oficinas donde trabajo, somos muchos. Y para controlar el horario de las
entradas y salidas de cada quien, incorporaron una maquinita parlante.
̶ ¿Maquinita parlante? Cuénteme... ¿de
qué diablos habla usted?
̶ Sí, sabía que le iba a interesar.
Mire, la máquina está diseñada para reconocer las huellas dactilares de los
empleados. Y entonces, a partir de allí, es que registra, "la maquinita
parlante", las entradas y salidas del personal. Pero... la cosa es que no
siempre funciona bien. Y además habla.
̶ ¿Habla? Bueno, bueno. ¡Qué adelanto
tecnológico!
̶ Sí, mire. No se ría. <<Está
programada –dicen los técnicos que la instalaron- para que ante el
reconocimiento o no de la huella emita una expresión pregrabada>>.
La emisión sonora que se oye es de una
voz de mujer con acento, claramente, de española. Como si no hubiera criollas
para estos menesteres.
̶ Bueno, pero es como las que hay en
distintas partes, como en los aparatos que ahora tienen los taxímetros, esas
guías satelitales. ¿Pero, por qué es esta particular?
̶ A eso voy, a eso voy. Quizás en el hecho de oír esa voz humana, uno
identifica a la maquinita parlante no como tal, sino como a una persona. Y por
ello, cuando las personas hacen uso del aparato le contestan.
̶ ¿Le contestan?
̶ Sí... Aunque no lo crea. Cuando no
reconoce la huella de alguien emite una frase: "Lo siento, marque
nuevamente" Y ahí, justo en ese momento, los empleados empiezan a proferir
todo género de locuaces insultos. Que gallega esto, gallega lo otro, y van
aplicando el dedo sobre la iluminada en verde superficie, cada vez con mayor
ahínco, con más vehemencia. Y a cada prueba con error de verificación sucede el
mismo discursito, una y otra vez, mientras pasan los segundos que parecen
eternos. Imagínese que eso se repite en casi todos los empleados, por lo que en
determinados momentos, en las horas de entradas o salidas, en las que suelen coincidir
unos cuantos, conlleva a la formación de una fila donde los que esperan su
turno empiezan a levantar temperatura, incluso antes de colocar su superficie
dactilar sobre la iluminada verdosa zona de la máquina parlante.
Cuando finalmente la huella es
identificada, la máquina deja escapar un... "Gracias".
̶ Interesante...
̶ Interesante es el cúmulo de cosas que
le responden a la máquina, tales como: "Gracias gallega"; "que
te garúe finito"; "hasta la vista nena" o simplemente
"maldita pe...".
̶ Entonces, se divierten gratis...
̶ ¡Qué va! Pero más de uno, después de
varios intentos y parados enfrente levantan una mano, como para darle una
bofetada, cual si fuera una humana presencia.
Lo interesante entonces –según contó don
Prudencio- es el rato que se pasan maldiciendo a la máquina, a la cual llaman
"La gallega".
Pedro Buda
2015
*Aclaración: Cualquier
similitud con la realidad es pura coincidencia.
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Atte. Pedro Buda