domingo, 21 de julio de 2013

Cuento: Malaidea

Malaidea (Creer o reventar)

Sobre el Molino Victoria, hoy abandonado, se cuentan diversas historias y muchas son las cosas que realmente se conocen. Sin embargo, hay más de lo que no se sabe y solo llegan a nuestros oídos por el obsequio que nos hacen las voces de algunos que se animaron a contar, y de otros que decidieron investigar a fondo.
    El Molino fue construido allá por el año 1880 y funcionó a vapor, por lo cual se estableció sobre las márgenes del arroyo Canelón Chico, a fin de aprovechar sus aguas.  También sabe que sobre el año 1900, aproximadamente, se lo transformó en un molino eléctrico. Tuvo varios propietarios y hoy es una propiedad abandonada, en parte perteneciente a la comuna de la ciudad de Canelones.
    Se cuentan algunas historias sobre el lugar, una de ellas que se podía ver merodeando por el lugar a la bruja Malaidea, de la cual nadie dice otra cosa sino que era una historia para ahuyentar a los niños y a los jóvenes del lugar. Circulan otras historias  a las que no se le da crédito. Pero… algo pasó una tarde después que unos jóvenes fueron a pasar el rato al lugar y filmaron su visita. Dijeron: “lo subiremos a Youtube”. Y sí… lo hicieron. Todo parecía normal y nada de fantástico ocurrió durante su visita o después. Más, sin embargo, cuando los cibernautas visionaban las imágenes empezaron a darse cuenta de que podía verse, en los muros, unas imágenes que les resultaban llamativas. Pero pasaban muy deprisa. Era difícil observar algo nítido, y además, pronto uno pasa a ver otros videos, olvidando lo visto.
    Un joven, sin embargo, vio el video y le llamó la atención. Le pareció algo atrayente una imagen en una de las paredes. Entonces fue hasta el lugar a realizar registros fotográficos de las paredes, del interior y de los alrededores. Tampoco encontró nada especial. Hasta que observó sus imágenes impresas o cuando las vio ampliadas en la pantalla de su computadora. Sobre los muros del edificio, una suave y traslúcida silueta se movía sobre su superficie interior. Y no eran las palomas, ni las sombras de ellas sobre la zona. No… era otra cosa. Una clara imagen de una mujer, a juzgar por una especie de vestido y una larga cabellera. Como quien cojea se movía esa imagen sobre esas superficies hacia adelante o hacia arriba. Hizo más de trescientas fotos la tarde que fue a registrar las imágenes. Y la imagen de la mujer aparecía en uno u otro sector del muro.
    Sobre otra parte de la edificación, pero entre el follaje descubrió otras dos figuras. Una parecía la de un joven, la otra de una persona mayor, también con signos de vejez o de cojear.
Quedó asombrado por lo que encontró y se lo llevó a un amigo que es fotógrafo profesional y le preguntó qué era lo que él veía en esos registros. Éste, en principio, no vio nada en particular hasta que… tomó una lupa y fijó su atención sobre un sector de los muros.
    − Aquí hay algo raro… Y no está trucada la imagen –fue lo primero que le dijo.
    − ¡Claro que no! Te traje la máquina (digital) y las impresiones en papel justamente para que me dieras tu opinión, pues no sé qué creer.
   − Bueno, es claro que hay una suerte de imagen de una mujer en distintos puntos del muro, otras dos sombras o proyecciones sobre otras zonas de otros dos seres más. Tres en total, y distintos, pero con elementos comunes. Casi traslúcidos, pero no del todo, que claramente no es un truco fotográfico. Las dimensiones son de personas reales, los aspectos no lo son. Pero no conoces tú artimañas parar lograr esto. Eres un amateur, y no hay truco a mi entender. Realmente extraño.
    − Pues la primera vez que lo noté, y por eso fui al lugar a hacer registros fotográficos fue al ver un video en Internet.
    − ¿En un video?
    − ¡Sí, como lo escuchas, en un video! Pero apenas se notaba y por curiosidad fui a buscar algo. No sé qué.
    − ¿Y qué crees haber encontrado? –preguntó el fotógrafo profesional al joven amateur; con un tono entre burlón y de preocupación, en proporciones iguales.
    − No sé. La verdad no sé. Pero creo que ahí hay algo ¿no crees?
    − Sí, sí… algo hay, pero no sé qué es eso. ¿Y qué lugar es? Parece una fábrica abandonada o algo así.
    − Es un viejo molino.
   − Un lugar abandonado… Bueno, a veces los lugares quedan abandonados por cosas que no tienen mucha explicación.
   − Sí, bueno este era un molino que tuvo varios dueños y finalmente después de muchos años quedó así. Supe que allí murieron al menos dos personas. Por un lado falleció un joven albañil que estaba ayudando en la construcción de la chimenea. Murió cuando uno de los ladrillos que le pasaba a alguien, que estaba más arriba, cayó sobre él. Por otro lado, mucho más cercano en el tiempo, cuando la construcción ya estaba abandonada, se dice que murió un hombre sin techo que vivía allí. Fue arrastrado por las aguas desbordadas del arroyo. Lo que también sé es sobre la leyenda de una bruja a la que llamaban Malaidea. Muchos dicen que era una historia inventada para que nadie se acercara al lugar, pero… toda historia o leyenda encierra algo, u oculta algo.
     − ¿Y qué es lo que oculta esta leyenda?
    − Lo que sé hasta ahora, según investigué entre la gente vieja del lugar, porque la cosa me intrigó tanto que empecé a preguntar a algunos vecinos de la zona. Ellos me contaron algunas cosas, pero en general no sabían nada. Pero, me mencionaron algunos nombres de personas que aparentemente sabían. Los busqué en el pueblo y algunos de ellos vivían en la campaña, en sus casas.
    − Entiendo ¿Y?
   − Una vieja mujer, de unos noventa años, creo, me dijo que había sido criada de la segunda familia que tuvo al lugar como su propiedad. Y siendo niña supo que el primer dueño tuvo una hija que tenía ciertos problemas y que se la veía deambular por el lugar, como quien es sonámbulo. Pero andaba de día o de noche, por igual, recorriendo el molino con los ojos como quien sueña o como quien anda sin ver. Vestía un largo vestido con delantal, como se usaba en esa época. Un día dejó de verse a la joven y su padre nunca habló más de ella. La versión conocida por todos los de la época -relató la mujer- era que se había ido a otro país, presumiblemente al Brasil.
    Pero el viejo –el padre de la muchacha- no volvió a referirse a ella, nunca más. El viejo resoplaba como la máquina a vapor que hacía funcionar el molino si alguien le preguntaba por ella. 
   − Interesante…
   − Sí, y te digo más… Otra persona, un viejito muy simpático me contó, y yo le creo… Que la ‘mujercita’, la joven en cuestión. ‘Mujercita’, así fue como se refirió a ella este señor mayor. La joven tenía una enfermedad que la llevaba a andar sin saber por dónde y que algunas veces, un joven mantuvo relaciones con ella, por lo que quedó en cinta, eso enfureció al padre, no entendió y se encegueció. No quiso saber nada más del asunto y la hizo desaparecer, pero nadie la vio partir, y del joven nunca se supo quien fue. Sin embargo, un joven buen mozo, muy triste penaba en los boliches en esa época, y contaba que había perdido a su moza, pero nunca dijo un nombre único, sino siempre diferentes, por lo que los paisanos lo tomaron por mentiroso o borracho. Un día también se fue y con él la historia.
   − Increíble. Quizás algo de cierto hay. Dos veteranos que no te conocen, no creo que tengan por qué mentirte. Me parece ¿no?
   − Eso creo. Eso creo. Pero no puedo entender lo de las imágenes en los muros o en esas otras zonas que viste.
   − Bueno… yo tampoco, pero hay muchas cosas que no entendemos y tenemos dos posibilidades para ello. Seguimos buscando una explicación lógica, razonable y hasta científica digamos o… aceptamos que hay cosas que nos superan, que están más allá de posibles explicaciones y las dejamos por ahí.
   − Sí… pero esto me da vueltas en la cabeza. No paro de pensar en ello. Es una construcción de una industria que desapareció, de una vida que giró entre las manos de varias familias y hoy… nadie sabe nada. Entre el matorral pasa desapercibida no solo la construcción, sino las vidas de quién sabe cuántas personas. Y para colmo esas ‘imágenes’ que parecen decir algo en los muros. Imágenes que no son visibles a simple vista tampoco. Quizás fue una mala idea ponerme a investigar sobre el asunto. Mala idea, mala idea.
   − Mi madre –comentó el fotógrafo profesional-  tenía una expresión para cosas como estas: “creer o reventar”. Quizás ‘Malaidea’ sigue ahí. ¿No te parece?
Walter Rotela

Pedro Buda 2013

                            

















Quizás el amor perdura más allá...


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