domingo, 3 de febrero de 2013

ESCRITOS DE TARDE

En esta entrada puedes leer una suerte de reflexiones sobre la vida cotidiana y un punto de conexión con la fotografía. 


En la medianera de la tarde noche, la luz implacable de Ra dice más que las estrellas de la noche, más que las estrellas fugaces, con sus posibilidades de cumplir nuestros deseos, nuestros sueños de terrenales hombres.
Las nubes escriben, con sus extrañas formas, indescifrables mensajes… pero mensajes que nos dicen, que nos invitan a buscar más allá de lo que simplemente vemos, en lo recóndito del ser. Ese ser nuestro que está antes y más allá del ahora, antes del hoy.
En la búsqueda de nuestro interior miramos el derredor para orientarnos, para descifrar en las externas formas, nuestro camino interno. Camino sinuoso, lleno de idas y venidas, de atajos, de largos recorridos, pero completamente nuestro.
Como persona me siento y escudriño el paisaje, pero el paisaje es como lo veo, es como lo vivo, como lo siento, como lo represento. El paisaje también soy yo, no sólo es eso que está ahí, es como lo veo yo, con sus perfecciones o imperfecciones, con sus faltas o sus magnificencias. Olvidamos eso, las más de las veces, que somos nosotros quienes miramos, quienes decidimos qué y cómo mirarlo. Al recordar eso descubro lo maravilloso que es, simplemente, disfrutar de algunos paisajes. Hace bien poco conocí unas grutas, unas formaciones geológicas interesantes. Y la guía que nos recibió explicó que fue habitada por aborígenes en el pasado. Nosotros –un amigo fotógrafo y yo- registramos imágenes y buscamos las huellas del pasado, pero quizás no estaban allí, sino en nosotros mismos. Pues ellos habrán dejado herederos, personas que llevaron sus relatos hasta nuestros días. Y esos relatos son el modo de su presencia, el modo de manifestación de sus huellas.
Quizás todo, o casi todo, esté en nosotros mismos. El asunto es buscar, salir a bucear por el mar interno y descubrir su lenguaje, su modo de expresión, su manifestación…
En otras oportunidades he dicho y lo rectifico, escribir es un encuentro, es un redescubrir, es un modo de pensar lo externo, es un modo de entender el derredor. Al jugar con las palabras, realizo inquisiciones, sondeo en las texturas del entorno para hallar respuestas que me permitan comprender o acercarme, siquiera, a la posibles realidades, pues ¿quién me asegura que existe una sola?   Nadie. Más lo contrario es cada vez más una certeza, la posibilidad de múltiples realidades, o múltiples formas de verla, no tanto diferentes o distintas realidades. Una sola, varias interpretaciones, varias maneras de entenderla, vivirla, asimilarla, creerla.
El juego es personal, el juego es en el día a día. Más temprano pensaba que no suelo jugar con los comunes juegos de computadora, con las posibles formas de entretenimiento que aparecen en Face… o las otras cientos de formas y opciones, pero sí juego, mas no otro que, éste. El juego de buscar las palabras, los testimonios, las formas y colores de esta otra realidad, pues lo es… Es también una realidad esta que se escribe en la pantalla, en el papel, en el soporte que sea. Pero en este juego, como en los otros, soy quien determina las reglas, los límites, las opciones, las ganancias y las pérdidas. Sí juego, pero no como muchos de mis conocidos, sino a un juego personal, que se vuelve compartido, cuando el lector posa su mirada en las digresiones de este autor.  
Siento que en este juego donde voy tras las huellas del saber que está implícito en alguna parte -y explícito en la sonrisa de mis personajes, en sus movimientos, en sus acciones- estoy buscando llegar un poco más lejos; un poco más cerca del entendimiento de esta otra realidad que nos circunda.  Existen, creo yo, varios métodos, entiéndase “camino”, para intentar develar este misterio que es la vida, tal cual se nos presenta a diario, y nosotros, humanos de a pie, exploradores, no mucho más ni mucho menos.
Válido o no, quién es quién para decidir sobre el asunto. Cada cual hace su juego, y como lo expresa la letra de la canción: “La lucha es de igual a igual, contra un mismo…”
Como en la fotografía -también ocurre a diario en nuestras vidas- percibimos las circunstancias según donde estemos parados, según el punto de vista; la lente; el diafragma; la velocidad de obturación; las asas usadas, o lo que es lo mismo, haciendo uso de nuestra cosmovisión.
Entonces, y para finalizar… dejo estas huellas, que no son sino para invitar al cómplice lector a jugar, a jugar descubriendo esa su realidad, que puede ser compartida, representada, desdichada, feliz, o ignorada, pero no dejar de ser lo que es… una realidad.
Pedro Buda
Febrero 2013



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