Una tarde que
parecía noche o una noche que no parecía tanto, cómo saberlo cuando estás un
tanto dormido y un tanto despierto.
Primero debo decir que descubrí, me descubrí,
acostado en una cama en medio de una gran habitación. No era el único ocupante
de la sala. Había otras personas, pero no era un hotel. Era una sala de un
hospital o sanatorio. Pronto recordé que estaba o tendría que estar en un
sanatorio. Apenas me podía mover, sentía los pies, podía mover los dedos bajo
las sábanas. Había luz encendida todo el tiempo, acepté que era de noche.
Una enfermera
me observó de lejos y se acercó: hola, estás despierto –dijo. La miré sonriendo
y contesté afirmativamente. Ella se
dirigió a la enfermería que estaba enfrente y trajo una gasa, me limpió los
labios o me los mojó, no sé bien el objeto de que me pasara la gasa húmeda.
Supongo que eran mis primeras gotas de agua. Pues me dejó un vaso y me aclaró:
cada tanto te vamos a mojar los labios, pide cuando necesites más.
Como no sabía
bien donde estaba ni la fecha le pregunté a la mujer vestida de blanco. Ella
contestó: es miércoles 31. Miércoles 31 de diciembre, y estás en CTI. Al fin
despertaste. Quédate tranquilo que tus familiares en un rato más vienen a
visitarte. A veces esperan afuera, pero vienen todos los días –me aseguró.
Quise seguir
preguntando: ¿desde cuándo estoy aquí?, ¿porqué no recuerdo algunas cosas?, y
un largo etc. Pero parece que todo tiene su tiempo y debía esperar. Miré las
sábanas blancas y el paso tranquilo de otros enfermeros que pasaban por allí y
me dije: esto es como ir al municipio, se requiere mucha paciencia para esperar
y ser atendido, para escuchar las explicaciones de los funcionarios o para
entender todas las vueltas que dan para hacer un simple trámite, en fin para
cumplir su horario de trabajo y recibir un salario por ello.
Poco a poco se
llenaban las sinapsis de preguntas y al mismo tiempo surgían, como a borbotones
imágenes… que no eran las respuestas.
Estas visiones no eran muy coherentes pero allí estaban. Otras cosas que
pasaban eran muy elocuentes y muy lógicas. Eran entendibles y por mí notadas,
observadas desde mi particular y especial punto de vista, es decir, desde la
posición de decúbito dorsal sobre el lecho de la cama frente a una de las
entradas del salón, que supe era el Centro de Terapia Intensiva, más conocido
como CTI. Era lo que me explicó la
enfermera y no tenía porqué dudar al respecto.
Sentía la
garganta como seca, tenía escalofríos, y algunas cosas más. Era claro que aún
estaba sin poder controlar mi temperatura corporal, pues de a ratos tenía frío
y súbitamente sentía calor. Las sábanas estaban casi sueltas y no había
frazadas a la vista.
Recordaba
haber tenido un accidente, que había chocado contra una camioneta, pero no
estaba claro hacía cuanto que había ocurrido eso. Lo importante parecía ser que
estaba vivo. Cada enfermero que ingresaba a la sala preguntaba si yo era el del
accidente en moto del 24 o preguntaba, ¿cómo te hiciste las fracturas? Sentía
los dos miembros superiores vendados y algo de dolor, para lo cual me
explicaron tenían calmantes y bastaba que les pidiera para que ellos me
aplicaran una dosis de calmante.
Había
despertado, ¿pero cuánto había dormido? Simplemente esperé que las cosas fueran
pasando, alguna cara conocida vendría en algún momento. Alguien vendría, mi
esposa, alguien… No estaba apurado, pues parecía que todo estaba bajo control,
no el mío pero estaba bajo control.
Al lado había
dos personas más en sendas camas, sobre albas sábanas como las mías. Uno de
ellos, que alcanzaba a ver, pues estaba en la cama inmediatamente seguida a la
mía, a mi izquierda, tenía la cabeza vendada. Tenía los pies muy pálidos, como
fríos, quizás como yo los tenía también, aunque no los veía, a los míos, por
estar tapados todo el tiempo.
Esto era
interesante, estaba en un CTI como paciente, no como enfermero. Estaba viendo
el mundo desde el otro lado del mostrador. Era toda una experiencia que fui
investigando, fui razonando dentro de lo que pude. Pues por momentos surgían
unas imágenes que eran confusas, extrañas. No parecían tener sentido, parecían
películas proyectadas sobre la pared o los techos. Algo andaba mal. Pero no
quise preocuparme por eso. Sin embargo algo de duda se fue colando por el poco
foco de razón que me parecía tener en ese momento. Dejé o quise dejar los
pensamientos a un lado e intenté cerrar los ojos. Aunque quienes se acercaban
decían: “Por fin despertaste”. No sabía qué contestar. Sentía que me despertaba
de una larga siesta.
Pedro Buda 2010
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