Sobre el fin de la tarde, en el principio de la
noche, cielo y tierra acunan al dios sol.
Cuando las olas escriben y borran los signos y
designios, los significados y significantes, los mortales terrestres buscamos capturar
el instante mágico, del tiempo sin tiempo, del espacio sin espacio, en que
sucumbe la luz tras la línea inasible.
Lo imposible se vuelve válido; el sueño realidad; la
fantasía un hecho comprobable. En ese clic se disparan todos nuestros sueños y
surgen formas impensadas, que tan pronto nacen, desfallecen como nuestros recuerdos
oníricos al despertar.
Una sucesión de segundos, minutos… apenas nada.
Todos declinamos, y por un instante, somos testigos y artífices, al mismo tiempo, del espectáculo cotidiano, siempre diferente, cíclico,
repetitivo, aunque único cada vez: la puesta de sol.
Oportunísima la inspiración, Pedro.
ResponderEliminar¡Felicidades!