Incendio en el Pensionado Hogar Madre
Ana
Montevideo -
Uruguay
17-10-2013
Pasada la media noche, sobre la una de la madrugada, se escucharon
sirenas de Policías en la zona de Reducto, en inmediaciones de las avenidas
Millán y Bulevar Artigas. Le siguieron sirenas de bomberos.
Como el sonido se detenía en un lugar demasiado
cercano, salí a investigar qué pasaba, llevando conmigo la cámara de fotos,
seguido por mi hija.
Afuera los brillantes colores del carro de bomberos
y de los móviles policiales fue lo primero en llamarnos a la atención.
Empezamos a sacar fotos. Pero al ver que se trataba del hogar de adultos
mayores de la calle Enrique Martínez 1409 esquina Millán dejamos la cámara y
nos pusimos a disposición de las personas afectadas por el incendio. De eso se trataba, de un
incendio, no quedaban dudas. Muchos
otros vecinos estaban presentes y más se sumaron con el paso de los minutos.
Los coches de policías se fueron sumando y los
bomberos estaban haciendo su labor sacando ancianos en sus brazos. Una médico
dirigía los operativos y evaluaba, una por una, a las personas que tenía a su
alrededor. Sugería qué hacer con cada persona, cómo y adonde llevarla. Pero
fueron saliendo en mayor cantidad, entonces se las acomodó sobre la acera,
primero delante de la capilla y, poco a poco, en la de enfrente, y en el garaje
techado de un vecino. Allí se extendieron colchones y se trasladaron los que
parecían más afectados.
Lo que más se sentía era el olor del humo. Increíblemente,
muchas de las personas, a pesar de haber salido del lugar en medio de la noche,
y rodeados del humo, pronto recobraron el buen humor. Para ello, tantos los
vecinos como los bomberos, se mostraron con sonrisas, con breves bromas que
fueron sacándole las primeras sonrisas a las afligidas personas.
Se establecieron prioridades, se trasladaron a los
que estaban en sillas de ruedas a un hogar que está por Millán, a la vuelta de
la entrada a la capilla, distante unos cien metros.
El resto de las personas fueron trasladadas al interior de la capilla.
Dentro del templo se improvisó un enorme dormitorio
y las personas fueron acomodadas allí tanto en colchones, como en sillas con
respaldo. Cada persona que se hizo presente ayudó en algo, en colaboración con
los oficiales, tanto de la Policía como Bomberos. El personal médico que llegó en segunda
instancia siguió colaborando y evaluando a las muchas personas del hogar.
En
principio ninguna persona presentó un
cuadro grave. Para evitar que se descompensaran todos recibieron algún abrigo.
Una de las acompañantes que trabaja en hogar
presentaba cierta fatiga, pero tan pronto se recuperó estuvo al lado de cada
una de las personas, llamándolas por su nombre y tranquilizándolas.
La noche no estaba tan fría y eso ayudó en mucho a
que la situación no se viera agravada.
Los rostros de los adultos mayores, algunos con
operaciones recientes, más allá de las circunstancias colaboró con una sonrisa.
Algunos se quejaban un poco, pero nadie, nadie, más allá de un simple hay. Se
mostraron muy valientes y querían saber qué había pasado, si volverían a su hogar.
Cuando comenzaron a volver al lugar, se tranquilizaron y esperaron su turno comentando
con otros residentes, con los vecinos. Ayudados por dos o más personas, volvieron
a cruzar la calle, para ingresar a su lugar, aunque compartirían el espacio de
la capilla, el resto de la noche.
Casi un par de horas después no quedaba nadie en las
veredas y el barrio volvía a la tranquilidad de una noche de primavera.
Enrique Martínez esquina Guarino Fietcher
Camiones de bomberos
Móviles de la Policía
Las primeras personas rescatadas
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Atte. Pedro Buda