El fuego arde en la orilla del río que baja lento, serpenteante.
Del otro lado, el zorro descubre al cazador, aunque lo olfateó varios kilómetros antes. Y se acercó, no por descuidado, no por temerario, sino por conocer a su rival, el hombre que conoció el fuego y lo dominó. Con lentos pasos se alejó, mientras la luna brillaba en lo alto por encima del cerro. Hasta la cima llegó y dejó oír su característico aullido. La tierra se estremeció bajo sus pies. Pero el cazador no se inmutó, simplemente cargó su arma, y bebió su café, no volvería a dormir en más de cien noches.
El fuego protegía a su especie, pero ¿lo protegería a él?
(Cuento inspirado en la imagen compartida por Juanra Gallareto en su muro de Facebook).
Walter H. Rotela G.
24/06/2021
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Atte. Pedro Buda