viernes, 25 de octubre de 2013

Cuento: TÚNEL AL OSARIO

Caminando por la rambla de Montevideo, un viejo conocido me contó una historia que, al principio me pareció increíble.  Esa tarde el sol brindaba su calidez y luz en su mayor esplendor, después de mucho tiempo de días nublados, típicos de invierno.
Mi amigo Rodrigo -de setenta y pico de años- y yo caminábamos de espalda al sol, que bajaba lento detrás de la inasible línea al final del día. A nuestra izquierda la rambla y el movimiento de los autos no invitaban a mirar, en tanto, que a la derecha, el río-mar, las gaviotas revoloteando y los surfistas tomando las pocas olas… sí.
Con lento andar llegamos hasta una zona por donde nunca antes habíamos pasado. Pero Rodrigo, a quien siempre me dirijo como “Don Rodrigo”, cosa que él corrige con tacto:
̶ Pero Marcos, por favor, no me llames “Don”, si bien soy un veterano, el “Don” está de más. Mucho tiempo hace que nos conocemos y… no da.  Yo soy Rodrigo, como tú Marcos. Y no se hable más. Ta.
̶ Está bien… Rodrigo –contesté, pero rato después se coló el “Don” nuevamente, pero se perdió entre el ruido de las olas.
Esa tarde, mientras pasábamos frente a lo que parecía una alcantarillado, que venía de debajo de la calle, Rodrigo la señaló.
 ̶ Ves esa entrada –dijo.
̶ Esa salida… dirá –le contesté. Es una alcantarilla.
̶ No. Te equivocas. Parece una alcantarilla, pero no lo es.
̶ Si lo dice así… Rodrigo. Le creo.
̶ No me creas. Te contaré qué es y… algún día, si te pinta, lo investigas.  De hacerlo, quizás, pero solo quizás, serás recompensado. Un tesoro, dentro de un viejo maletín de cuero, encerrado en una caja de metal está oculto en la pared, detrás de unos ladrillos puestos de canto, distinto a los otros, a la altura del  hombro izquierdo cuando ingresas por aquí, a los ciento tres pasos de esta entrada.
̶ ¿Investigar qué? –pregunté.
̶ Bueno. Eso que ves no es una alcantarilla. Es un túnel que conecta con el cementerio.
̶ ¿Con el cementerio? –pregunté incrédulo.
̶ Sí. Específicamente con el osario. Hay doscientos metros de túnel. Y según supe por un viejo camarada, de otros tiempos, de aquellos de militancia, de guerrilla, permanece intacto. Pero él… no sabe del tesoro.
̶ Pero… ¿un túnel para qué?, si se puede saber.
̶ Bueno… te diré. Hasta hoy, solo pocas personas conocieron de su existencia. Ni los militares que tienen hasta planos de los viejos túneles de la ciudad de los tiempos de la colonia saben de éste. Era una vía de escape. Aunque también sirvió para esconderse en días difíciles, en los tiempos de la guerrilla urbana. Esos parecen los túneles de las ratas que ves en la ruta de los accesos a la ciudad. Salen por todas partes de agujeros pequeños y desaparecen en otros, igualmente pequeños.
̶ Entiendo… pero conecta con un osario ¿no? ¿Para?
̶Bueno, en esos tiempos unos muchachos trabajaban en el cementerio y descubrieron que era factible construir un túnel. Pero llevaría tiempo hacerlo. Por ende diseñaron una estrategia interesante. Unos trabajarían de día y otros de noche. Como dos lo hacían de día, uno de ellos se pasó a la noche, con el argumento de que el de la noche estaba solo y temía que un susto le provocara un infarto. Así que uno se pasó a la noche y trabajaron mejor, sin nadie que mirara.
̶ ¿Y el osario… qué fin cumplió?

Don Rodrigo estaba confiándome lo que, por muchos años, había guardado como un secreto de guerra. Mucha agua había pasado desde aquellos días revueltos, de guerrilla, de lucha armada. Excavaciones se estaban realizando en los cuarteles a fin de descubrir los restos de personas enterradas clandestinamente.
Este túnel conectado al osario era algo más que un escondite en tiempos de guerra, algo más que una salida de escape. Adquiría otra significación en estos tiempos. Algo que aún no vislumbraba, ni por asomo.
̶ El osario –continuó Rodrigo- era un punto muerto, un sitio no frecuentado más que por un par de enterradores, que cada cierto tiempo echaban allí restos de los cajones muy antiguos, los olvidados por familiares o responsables, quizás ancianos que dejaban de pagar por el servicio.
̶ Era una vía de escape o de escondite, me dijiste, ¿no? Rodrigo.
̶ Sí, efectivamente. Nunca sospecharon de este lugar usado como escondite. Y tenía la posibilidad de salida por la playa, tanto como por el cementerio. Algunos camaradas desaparecieron en el cementerio una noche de lluvia o una oscura tarde de invierno, y aparecían aquí en la playa, horas o días después.
̶ ¿Sí?
̶ Pues sí. Teníamos provisiones para permanecer escondidos por días. Hay unas especies de catacumbas que nadie visita, las que no osan visitar ni siquiera los viejos funcionarios. Por eso fue perfecto, factible de utilizar como escondite.

Don Rodrigo, con la paciencia del hombre maduro, entrado en años, caminaba con andar seguro, firme, lento, mientras relataba viejas anécdotas relacionadas con el túnel al osario. Algunas historias me resultaron hasta risueñas, pero quizás no lo sintieron así los personajes, los protagonistas, los hombres y mujeres que recorrieron aquél túnel en esos tiempos revueltos.
Había algo en la mirada de Rodrigo, no sé qué exactamente, mezcla de nostalgia y cierta insatisfacción, quizás otras cosas. Lo cierto es que parecía que Don Rodrigo necesitaba contarle a alguien su versión de las cosas.
Seguimos caminando mientras con su mano izquierda peinaba sus blancos bigotes y fijaba la vista en un punto lejano del horizonte, en nuestro camino de vuelta. Quizás la misma playa se parecía a un túnel, pero al final se veía un tono rojizo sobre el agua, donde se adivinaba la partida del sol, más allá de la línea. 
Walter Rotela
Pedro Buda
Safe Creative
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jueves, 17 de octubre de 2013

Crónica

Incendio en el Pensionado Hogar Madre Ana
Montevideo - Uruguay
17-10-2013

Pasada la media noche, sobre la una de la madrugada, se escucharon sirenas de Policías en la zona de Reducto, en inmediaciones de las avenidas Millán y Bulevar Artigas. Le siguieron sirenas de bomberos.
Como el sonido se detenía en un lugar demasiado cercano, salí a investigar qué pasaba, llevando conmigo la cámara de fotos, seguido por mi hija.
Afuera los brillantes colores del carro de bomberos y de los móviles policiales fue lo primero en llamarnos a la atención. Empezamos a sacar fotos. Pero al ver que se trataba del hogar de adultos mayores de la calle Enrique Martínez 1409 esquina Millán dejamos la cámara y nos pusimos a disposición de las personas afectadas por  el incendio. De eso se trataba, de un incendio,  no quedaban dudas. Muchos otros vecinos estaban presentes y más se sumaron con el paso de los minutos.

Los coches de policías se fueron sumando y los bomberos estaban haciendo su labor sacando ancianos en sus brazos. Una médico dirigía los operativos y evaluaba, una por una, a las personas que tenía a su alrededor. Sugería qué hacer con cada persona, cómo y adonde llevarla. Pero fueron saliendo en mayor cantidad, entonces se las acomodó sobre la acera, primero delante de la capilla y, poco a poco, en la de enfrente, y en el garaje techado de un vecino. Allí se extendieron colchones y se trasladaron los que parecían más afectados.
Lo que más se sentía era el olor del humo. Increíblemente, muchas de las personas, a pesar de haber salido del lugar en medio de la noche, y rodeados del humo, pronto recobraron el buen humor. Para ello, tantos los vecinos como los bomberos, se mostraron con sonrisas, con breves bromas que fueron sacándole las primeras sonrisas a las afligidas personas.
Se establecieron prioridades, se trasladaron a los que estaban en sillas de ruedas a un hogar que está por Millán, a la vuelta de la entrada a la capilla, distante unos cien metros.
El resto de las personas fueron trasladadas al interior de la capilla.
Dentro del templo se improvisó un enorme dormitorio y las personas fueron acomodadas allí tanto en colchones, como en sillas con respaldo. Cada persona que se hizo presente ayudó en algo, en colaboración con los oficiales, tanto de la Policía como Bomberos.  El personal médico que llegó en segunda instancia siguió colaborando y evaluando a las muchas personas del hogar.
 En principio  ninguna persona presentó un cuadro grave. Para evitar que se descompensaran todos recibieron algún abrigo.
Una de las acompañantes que trabaja en hogar presentaba cierta fatiga, pero tan pronto se recuperó estuvo al lado de cada una de las personas, llamándolas por su nombre y tranquilizándolas.
La noche no estaba tan fría y eso ayudó en mucho a que la situación no se viera agravada.
Los rostros de los adultos mayores, algunos con operaciones recientes, más allá de las circunstancias colaboró con una sonrisa. Algunos se quejaban un poco, pero nadie, nadie, más allá de un simple hay. Se mostraron muy valientes y querían saber qué había pasado, si volverían a su hogar. Cuando comenzaron a volver al lugar, se tranquilizaron y esperaron su turno comentando con otros residentes, con los vecinos. Ayudados por dos o más personas, volvieron a cruzar la calle, para ingresar a su lugar, aunque compartirían el espacio de la capilla, el resto de la noche.

Casi un par de horas después no quedaba nadie en las veredas y el barrio volvía a la tranquilidad de una noche de primavera. 
 Enrique Martínez esquina Guarino Fietcher 

 Camiones de bomberos
 Móviles de la Policía 
 Las primeras personas rescatadas 


lunes, 7 de octubre de 2013

Carta a cybernautas amigos y lectores

Estimados cibernautas, lectores:
 Revisando el material publicado en la Editorial Bubok, sus costos, como así también los valores comparativos de otros textos de colegas autores, es que decidí modificar los precios de los textos en formato pdf. Los mismos fueron cambiados para que puedan estar más al alcance de los interesados en leerlos, sin que ello signifique tener que pagar una cifra elevada sino más acorde.
Los precios de los libros impresos mantienen su valor puesto que se deben respetar los costos de producción.
Todo esto responde a un aprendizaje que estoy realizando en estas cuestiones.
Una vez hace tiempo comencé a escribir y hoy recorro el camino de compartir el material, y, para ello, el libro impreso es un formato posible. Pero también considero que escribir es un trabajo, y por tanto, es justo percibir alguna remuneración, así sea mínima.  
Algunos cuentos aparecen publicados en la red y pueden leerse de forma gratuita. Eso es una gran oportunidad para mí de llegar a ustedes con mis cuentos.
Agradezco, sinceramente, a cada una de las personas que compartió en las redes sociales o en Google los vínculos a la página de Bubok correspondiente, pues existe la posibilidad de comprar o bajar los libros en la Editorial Bubok de España, http://pebuwar.bubok.es/ ,  en la de Argentina http://pebuwar.bubok.com.ar/ o en la de México  http://pebuwar.bubok.com.mx/ .
Sin otro particular los saludo muy atentamente.
Walter Hugo Rotela González
                                                               (Pedro Buda)      



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