sábado, 30 de abril de 2016

Que te parta un rayo




Dos días atrás, una amiga me confió algo que le sucedió hace poco más de una semana. Eran como las seis de la tarde y la noche empezaba a caer. Sí, la gruesa capa de nubes teñía la atmósfera dejándonos a oscuras. Hacía frío y ella tiritaba, casi balbuceaba. Primero pensé que por efecto del frío, luego comprendí que era por algo más.
El fin de semana pasado había salido con unas amigas a tomar algo y luego a cenar, después de ver una película. Fue el clásico encuentro de amigas que se reúnen una vez al mes. Son un reducido grupo de seis mujeres, de las cuales, sólo una no accedió a llevar la argolla en su dedo anular. Al respecto suele decir: "No me agarran ni borracha".
Aquél fin de semana, cuando el reloj marcó las 4 de la madrugada del sábado, decidieron despedirse y tomaron un taxi tres de ellas. Las otras andaban en su propio auto e iban en direcciones opuestas. Al despedirse nunca imaginaron lo que vivirían minutos después.
Jésica, la amiga que me relató lo ocurrido, vive en una zona apartada, suburbana. Algo pasó cuando andaban por una calle arbolada en sus márgenes, con los conocidos plátanos, cuyos troncos y ramas semejan grandes manos emergiendo de la tierra. Más aún impresionan cuando la luminaria le brinda ese aspecto rojo-anaranjado, con ese tinte a sangre, tan característico de algunas zonas de la ciudad.
Iban por una avenida – relató Jésica – y le pareció que avanzaban más lentamente que antes. Los focos de luz de la calle parpadearon de repente. De hecho, se apagó toda una hilera de luces.
Llegaron a un cruce de la avenida con las vías del ferrocarril cuando... Todas las luces se apagaron. En ese preciso instante, un relámpago iluminó más allá de los árboles. Todo estaba anegado. El agua cubría la superficie de los campos hasta donde ella podía ver. La lluvia, los días previos, había caído sin parar.
Quedaron a oscuras. El motor del auto hizo un raro ruido y se apagó. En ese instante el chofer bajó del vehículo. "Pensamos que bajó a revisar el motor; pero no. El tipo siguió caminando hacia adelante del auto, las luces lo alumbraban. Siguió hasta perderse de nuestra vista. Nos había abandonado" –comentó mi amiga, casi tartamudeando.
El viento soplaba y de la sorpresa pasaron a un estado de pánico. "Quisimos darnos ánimo, pero todo en derredor era caótico". Habían ramas caídas, el viento soplaba con cierta fuerza, rayos y relámpagos por doquier. Finalmente, las luces del coche se apagaron.
̶ No es cierto –le dije. Estás mintiendo.
̶ No... Salimos del auto y corrimos hasta donde aún había luces sobre la porción de la avenida que habíamos pasado. Ni un alma. Nadie andaba por la calle. El agua comenzó a caer con más fuerza. El frío caló los huesos. Unos tipos se asomaron por una puerta que permitía ver luz en su interior. Era un boliche donde los hombres se juntan a beber y jugar al billar. Nos invitaban a entrar, nos hacían gestos para que nos acercáramos. Buscábamos ayuda; pero... No, no parecía una buena opción ingresar al bar.
̶ ¿Y qué hicieron entonces? –Pregunté, a esa altura muy interesado en lo que iba relatando.
̶ Seguimos caminando, de a ratos al trote, pero el frío y la lluvia no nos permitía mucho más que unos pocos metros. Finalmente, un patrullero nos vio. Y, cuando les contamos lo sucedido a los policías, no nos creyeron. Sin embargo, nos alcanzaron a una parada de ómnibus. Amanecía.
Tras contarme lo sucedido me explicó que no entendieron ¿por qué el chofer salió del auto, del modo que lo hizo? O  ¿Por qué se apagó el motor, las luces de la calle y todo casi al mismo tiempo? Vieron en el informativo, al día siguiente, que el auto fue encontrado donde ellas habían bajado, en tanto que el chofer, apareció cientos de metros más adelante, muerto. Un rayo lo había alcanzado.
̶ Te juro –finalizó mi amiga− que le grité al tipo, mientras se iba: "Que te parta un rayo"... Pero nunca creí que...
Pedro Buda
                                                                                                                                     2016
*Gracias Cristina y Verónica por compartir huellas... que luego adquieren estos formatos.  

sábado, 23 de abril de 2016

Bubok y el día del libro

23 de abril 
Día del libro

Estimados lectores y seguidores, en esta entrada dejo un mensaje corto en relación con una actividad que lleva adelante la Editorial Bubok, donde están publicados mis libros. 
Para saber de que se trata los invito a seguir los enlaces vinculados a la presencia de Bubok en tres países, donde mis textos aparecen:
  http://www.bubok.com.ar/autores/pebuwar

http://www.bubok.co/autores/pebuwar

http://www.bubok.com.mx/autores/pebuwar

 ¡Feliz día internacional del libro!


sábado, 16 de abril de 2016

Cuento: La Despedida



Cuando Ramiro, más conocido como Don Alonso dio la última vuelta, en el largo camino de regreso a… notó que el paso se le hacía más dificultoso. Venía midiendo los pasos desde hacía tiempo atrás, buscando disfrutar, intentando cosechar lo que durante años había sembrado. Un poco lo que cada uno de nosotros hace cuando se dobla los sesenta y pico o los setenta.
El 12 de junio del año 2000 vio, entre luces y sombras, entre vigilia y ensueño, una figura humana que se aproximaba a su lecho y le hablaba con voz serena, como con efecto de eco, y le informaba algo. Parecía claro el mensaje, era breve, pero Don Alonso no comprendía bien el significado.  Cierto detalle –del cual nunca informó a nadie- le mostraba que tenía que ver con un acontecimiento futuro. Por un tiempo largo esa visión o sueño pasó al olvido. Pero un día lo volvió a ver…
Al cumplir los 65 años, Ramiro inició los trámites jubilatorios. Cuando tuvo pronto casi todo, comunicó la fecha a su agente de viaje, para que dispusiera lo necesario para su participación en un crucero al Mediterráneo. Había sido un sueño largamente acariciado, tras haber enseñado, toda su vida de docente, sobre las antiguas culturas y pueblos que le dieron vida a ese gran mar.
Pensando en el viaje, inició, junto a su compañera una serie de despedidas. Primero organizó una despedida con antiguos compañeros de trabajo. Docentes, adscriptos, directores y los viejos porteros de uno de los institutos de enseñanza. Éstos, tantas veces le habían hecho favores, pensó entonces, que era tiempo de dar gracias, aunque sea por una vez. Prometió a uno de los porteros veteranos, un español, llevarle un CD al hermano, con fotos de los familiares de América. Como la fecha del viaje era muy cercana a las fiestas de fin de año, las reuniones se fueron entrelazando con las despedidas propias de las de fines de año.
Una noche, mirando una película en la TV se cortó la transmisión… En su lugar retransmitían una señal emitida por la cadena más grande del Medio Oriente…  La imagen y voz de un hombre de larga barba, vestido de túnica y armado con un fusil miraba fijo a la cámara mientras pronunciaba su discurso. En español aparecía la traducción, y se leyó: “se aproxima el principio del fin para los…” ¡Sorpresa! Era exactamente la visión o el sueño que Alonso había tenido.
A las dos de la mañana, llegó su compañera, que había ido a visitar a su anciana madre. El televisor del cuarto estaba encendido… pero no se escuchaba sino el inconfundible ruido del televisor sin señal alguna. Seguramente Alonso estaría dormido. Pronto viajarían y había acudido a resolver cuestiones referentes a su cuidado. Alguien debía cuidarla…
Se duchó, sin pasar siquiera por el cuarto. Luego fue a la heladera y llevó consigo un poco de helado. Cuando entró al cuarto vio a Alonso recostado sobre uno de sus lados, como dormido. Le tocó el hombro, luego lo sacudió más fuerte. Luego le gritó casi desesperada, casi entendiendo sin quererlo así. En una mano tenía una nota que reproducía lo dicho por el hombre de barba: “Se aproxima el principio del fin…” (R. A.)

Pedro Buda 2007

*Este cuento forma parte del libro "Siete Cuentos - Del 2007 al 2008

domingo, 10 de abril de 2016

Gracias II


Cuando vi el conjunto de deseos expresados me pareció que era necesario, para mí, compartirlos, y sin nombres y apellidos, como una forma de agradecer .
Las puertas son muy importantes para mí y desde esta "Puerta de la ciudadela", en Montevideo,  les digo gracias.

"Muy feliz cumple pescador de historias un abrazo grande"
"Walter amigoooo, muy pero muy feliz cumple...! abrazosss"
"FELIZ CUMPLE TOCAYO...QUE ESTE DIA LA PASES BIEN...DESDE FORMOSA...UN ABRAZO...!!!"
"Feliz cumple querido Walter! Que cada día de tu vida sea parte del gran universo de la creación como siempre!"
"Feliz cumpleaños Walter!! Esperamos que pases muy bien tu día!! Un beso de mis padres y mío!!"
"Amigo Muchas Felicidades!!!"
"Feliz cumpleaños. Que tengas un hermoso día!!!"
"MUY FELIZ CUMPLE!!! Que pases lindo!!!"
"Feliz cumple walter , abrazosss
"feliz cumple Walter!!!!!!! Besos"
"Feliz cumple Walter!!! Abrazo."
"Que los cumplas feliz Walter !!"
"Muy feliz cumpleaños!@@! Abrazo desde este otro lado."
"¡Feliz cumpleaños!"
"Feliz cumple!! 󾰀"
"Feliz Cumple Querido Amigo!!!! Que sea el inicio de un año en el que se cumplan tus deseos!!! Besos"
"Felizzzz cumpleeee"
"Feliz cumple Buda!!!! Abrazo grande a la distancia!!!"
"Muy feliz cumple q pases lindo bs!!!!!"
"Yo doy gracias a Dios porque ti creatividad no es una herramienta solitaria, sino un ingrediente que hace de mi amigo Walter una persona tan tratable que cada encuentro/diálogo un cambio de vida que avanzas hacia la plenitud."
"Feliz cumple Walter!!que pases bien!!"
"Feliz cumple"
"Feliz cumple!!!! Besotes"
"Feliz cumpleaños"
"Un abrazo amigo WALTER artesano de las letras...."
"Y te deseo q tengas un año lleno de letras y escrituras"

sábado, 9 de abril de 2016

Gracias

* Breve aclaración, porque de lo contrario no se entiende lo que sigue: hoy cumplo años. 

En tres o cuatro líneas quiero agradecer a las distintas personas que me felicitaron vía Face... o telefónicamente, a los que están allí del otro lado de la pantalla, del otro lado del río, a los que están cerca y a cada uno, sin nombrar a nadie.
Aprovecho la oportunidad para agradecer también a todas esas personas que están en algún lado del planeta y que leyeron alguno de mis cuentos, a los que siguen el blog o que me siguen por Twiter, pues con ellos comparto eso que es tan mío como son los cuentos, los proyectos literarios, mis investigaciones periodísticas que toman forma de notas, entrevistas, archivos de audio...
Con tantas personas he compartido en estos últimos años vía Internet que no quiero dejarlas fuera, pues con algunos hemos entablado un lazo interesante porque tenemos sueños compartidos, que se van haciendo palpables realidades, como lo son nuestros cuentos, poemas, novelas y demás expresiones. Quiero agradecerles por permitirme mostrar sus trabajos, sus pensamientos respecto a las realidades que les toca ver y sobre las que escriben, describen y/o crean ese mundo de ficción inspirado en sus realidades, brindando un producto que siempre es posible disfrutar, más allá de que apenas conozcamos un rostro en una imagen publicada o la voz. Aunque hay casos en los cuales pudimos contactarnos con videoconferencia y el encuentro fue mucho más rico, interesante.
A otras personas agradecerles quiero por su afecto diario, por su comprensión, por su tolerancia, por regalarme una sonrisa cuando estoy algo caído, por simplemente estar cuando los necesito. Muchas gracias a cada amigo que está allá en el frío del sur, o en el calor del norte, a los que están más cerca o más lejos, pero siempre a mi lado, pues así los siento: cerca.
A la familia que siempre está, en las buenas y en las malas. 

lunes, 4 de abril de 2016

Un pirata caminando por la ciudad


A veces creo que como vivo en esta ciudad cosmopolita, hace un cuarto de siglo, no hallaré nada nuevo, o extraño, algo distinto de lo que haya visto antes. Pero, por suerte o no, para mí, me equivoco.
Salí a caminar ayer, bajo las grises nubes y me encontré, parado justo frente a mí, a él... Un pirata. Sí, un pirata negro, de aspecto fiero, con un pañuelo atado en la cabeza, notablemente calva. De su oreja derecha colgaba una larga caravana de esmeraldas o de piedras que parecían serlo.
El viento soplaba suave, movía las ramas de arbustos con flores y los árboles pequeños. Pero también movía el saco que llevaba el hombre negro del pañuelo. Dejó al descubierto un arma de fuego que llevaba sujeto a la cintura. Era el dato que faltaba. El signo que me permitió comprender que se trataba de un autentico pirata, sin lugar a dudas.
El caminar tenía ese jeito, típico del compadrito, pero también un no sé qué, que me llevó a cambiar el rumbo y seguirlo a una distancia, por demás, prudente.
El tipo llegó a una casa bancaria. Dudé en seguirlo al interior, pero lo hice.
Cinco minutos después de que el hombre del pañuelo ingresara, lo hice yo. El pirata refunfuñaba ante el mostrador. Algo no estaba bien. En el lugar había un suave murmullo hasta que se oyó: "¡Basta! No puede ser. Mis monedas tiene que estar aquí..." Aquellas palabras retumbaron en medio del enorme salón. El aire se quebró, se esfumó. El vacío fue evidente. Como en la serie de películas Matrix, y en las que imitaron el efecto que usaron allí, noté como el pirata dio media vuelta, apuntó y disparó una bala al guardia que estaba al lado de la puerta. Después... Miró al otro guardia, el que estaba en el otro extremo del gran salón, y volvió a disparar una bala que viajaba en cámara lenta, o al menos, así me pareció. Dio en el blanco. Un punto en medio de la frente que sangró como un hilo rojo rubí.
El primer guardia sangraba tirado en el suelo, a diez pasos de mi cuerpo erguido, de pie recostado a la pared, tan quieto como una estatua.
Inmóvil me quedé mirándolo al pirata, en su salida airada hacia el exterior nublado, que se había convertido en lluviosa tarde, típica de invierno.  
   Walter H. Rotela
                                                                                                                                                2015 
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