¡Bienvenidos! En este blog encontrarán mis cuentos, relatos de viaje y otros formatos de comunicación, así también, enlaces para acceder a mis libros, blogs y sitios donde comparto archivos de audio y video. También hay materiales de otros autores. Mi nombre es Walter H. Rotela. Los invito a dejar sus huellas junto a las mías.
domingo, 21 de febrero de 2010
Aclaración
Cuento: Posible milagro de entrecasa
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Cuento: Muerte en el callejón
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Cuento: Metamorfosis de la que nadie nunca habló
Cuento: Basta un minuto
*Dedicada a Olguita, una enfermera universitaria, que tras ver a su prometido morir en un CTI, perdió deseos de seguir luchando.
Esa mujer sentada en la vereda, mojada por la lluvia, repite monótonas dos palabras. Una y otra vez, como un rosario, como una plegaria, como un lamento. Al menos, eso me parece a mí.
Vos, yo, nosotros todos pasamos por enfrente, un poco más aquí o más allá. Ninguno entiende bien qué dice. ¿Importa acaso? Tal vez, sí. ¿Quién sabe?
Aquella mujer es una más en nuestras calles del Mon Rou, mire uno por donde mire, sin importar por dónde. ¿Pero alguien se pregunta, acaso, por ella o ellos?
Sus vestiduras no parecen muy distintas a las de tantos otros, sin embargo, poco a poco, se van deteriorando más aprisa que las de cualquiera. Ella cuida cada prenda, pero irremediable, las inclemencias del tiempo; la exposición continua a la intemperie, destruye. Los agentes exógenos, la lluvia o el viento, marcan su paso.
Juana que pasó por el frente la reconoció, mas no se animó a inquirir el por qué de su permanencia en ese lugar. Pasaron los días y la casualidad llevó a Juana a pasar por el mismo lugar. Casi había olvidado que fue sorprendida por aquella visión.
Esa mujer que mostraba fatiga y sueño, de muchas noches, proseguía su meneo y su canturreo monótono. Era, sin lugar a dudas, su ex compañera de trabajo. Estaba sola y en el mismo lugar que la vez anterior.
Algo impedía a Juana acercarse. No sabía qué, y no se preguntó tampoco. Simplemente no lo hizo. Tal vez la vergüenza, el no saber cómo encarar la situación de entablar una conversación con alguien a la ves conocido como extraño. Por un lado era su antigua compañera, y por otro, una marginal...
Nosotros, cualquiera de nosotros, quizás nos preguntamos por esas personas por que las vemos desde lejos y no nos involucramos, pero qué cuando las conocemos de otros tiempos... Cómo reaccionamos. O lo que puede ser peor: si la situación de vivir en las calles nos toca a nosotros que hoy miramos…
A veces vasta un minuto para que todo cambie. En realidad, todo cambia, constantemente. Así, ahora llueve y un minuto después ya no lloverá. Incierto es el futuro, y el presente, cuantas veces también. Lo cierto es que, Juana, prosiguió su camino, con cierta cosa adentro, en el alma o en el corazón. Como un dolor o un nudo en el mediastino anterior. Ella sabe, realmente sabe, realmente dónde, solo que es preferible, a veces, fingir que uno no sabe.
En fin, pasaron varios días más y el corazón sintió latir con fuerza Juana. Era algo inusitado, algo le preocupaba, eso era fácil de deducir. Pero... ¿qué? En fin, no se animó a admitirlo. Era bochornoso.
Dos días más pasaron y fue toda precipitación y coraje. Ya no llovía, el sol iluminaba las calles de Mon Rou. Todo estaba brillantemente iluminado, las calles secas y el aire fresco. Todo invitaba a pasear. En pocos minutos alcanzó el lugar donde antes había encontrado a su antigua compañera de trabajo. El sitio exacto era la mitad de una cuadra larga, justo al lado de un frondoso árbol. Desde la esquina atinó a observar, con mucho detenimiento, de lado a lado, la mitad de la cuadra a donde se dirigía. Pero nada vio. Tras largos y fatigosos pasos, cuesta arriba, alcanzó la mitad exacta de la cuadra, el sitio donde estaba el árbol.
Su cuerpo agitado se tornó rojizo y el corazón latió presuroso. La respiración de Juana se hizo superficial y rápida. Quiso tranquilizarse, entonces, se apoyó en el tronco y miró al suelo, del otro lado había algo que le llamó la atención. Apenas se veía desde la calle, era una cruz de madera añosa, estaba clavada en el trozo de tierra visible, detrás del tronco del árbol. Segundos después, le faltó el aire y se desplomó.
Juana iba con todo el deseo de ayudar a su antigua compañera, pero las cambiantes circunstancias de la vida la encontraron, tras un minuto... tendida bajo la sombra del frondoso árbol y, en los brazos de su ex compañera que, trataba de socorrerla al tiempo que le decía: “te vi pasar hace unos días, qué bueno que volvieras a pasar”.
-“Yo también me alegro, Olguita...”-respondió la amiga.
Pedro BudaCuento: EL Ciudadano Nº
Cuento: La rosa
Cuento: El Perfume de Ernestina
Cuento: Extraños ruidos
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Hace algunas noches atrás –de esto hace ya un mes- el sereno de la fábrica escuchó ciertos golpes extraños. Y lo excepcional reside en que provenían de un sitio no frecuentado por nadie. Es un cuarto hoy por hoy abandonado.
martes, 16 de febrero de 2010
Gracias
Como yo no pude escribir durante mi internación, pues no estuve con todos mis sentidos funcionando 100 %, fue mi esposa quien se encargó del relato de cada uno de los días de mi internación, tras el accidente que tuve el 24 de diciembre de 2009.
El relato de los días tras el accidente tiene momentos riquísimos donde quien escribe deja impresiones del entorno, de las personas y de la situación que vive muy fuertes. La lectura de las notas me llevó a la emoción, al llanto, y por ello, tuve que leerlo con varias interrupciones.
Hoy que me siento mejor y puedo escribir yo: ¡puedo hacerlo!... Sí, era una de las cosas que no podía y que hoy sí.
Es importante para mí haber leído las impresiones de Carmen pues ello me dio una idea cabal de lo que ellas vivieron en esos días. Me refiero a María del Carmen, Carito, Tita. Ésta última, mi madre, también escribió en el cuaderno y me transmitía, en las pocas palabras que dejó, aliento, fuerzas para seguir luchando. Eso es un documento riquísimo para mí y me resulta interesante saber que eso está allí para que yo pueda enterarme.
Reflexionar es repensar sobre los pasos dados, es rever el camino andado, es meditar sobre lo hecho y por hacer, es mirar con atención u observar, es ver un poco más allá las cosas, su contexto, sus implicancias, su incidencia en el futuro.
Pensar es hacer, pensar es accionar, es el punto de partida para la marcha. Y por medio de estas páginas estoy iniciando o continuando con mi recuperación.
Hoy es el día 54 después del accidente. Parece una eternidad y no es tanto. Casi dos meses. Es decir, casi dos meses sin escribir, pero también casi dos meses sin pensar demasiado en las cosas. Sí, porque cuando me enfrento a la máquina, cuando veo y miro la pantalla me cuestiono, me interrogo, me adentro en mi ser para sacar eso que está allí dentro. De allí surge eso de la reflexión, de la búsqueda de la imagen, de esa propia imagen que surge tras desnudar no el cuerpo, sino el alma. Es como usar una reflex que me permita saber qué es lo que captaré, lo que quedará en el celuloide y después de escasear en la digital forma.
Por un lado veo mis dedos tecleando y produciendo letras en la pantalla, veo mis ideas en forma de texto, y me siento bien por ello. Por otro, siento que todavía mi brazo izquierdo está con la férula de cuero y me molesta un poco, como veo las heridas cerradas del antebrazo derecho y siento: satisfacción por esta mejoría. Siento el aire, el viento allá afuera pero estoy en mi casa, no en el sanatorio. Duermo en un acama pero de mi casa, no en un sanatorio. Veo televisión, camino por el barrio, saludo a la gente conocida y veo las cosas de siempre. Sin embargo hay cambios en mi derredor. Hay cambios quizás imperceptibles, quizás visibles, no importa. Hay cambios y es importante pensar en ellos. Los cambios son lo cotidiano, lo permanente. Entonces, simplemente verlos y manejarse con eso nuevo es lo importante.
Desde que pude pensar en mi situación tras salir del estado de coma inducido, o de dormido bajo efectos de calmantes, he buscado mi recuperación, mi mejoría. Ese ha sido mi punto de partida. Primero los dos pasos aquellos que llamé caminata lunar. Lo que fue antecedido por dos días de sentarme en un sillón al lado de la cama del sanatorio. Las caminatas que siguieron fueron la confirmación de que estaba no sólo vivo sino completo, que podía andar y que podía seguir… Hoy, escribir estas líneas, como fue hace un tiempo atrás, el día 12 de enero, el abrir mi correo fue saber que podía seguir haciendo algunas cosas que me permiten comunicarme, sentirme parte de otros, comunicarles a otros lo que siento, veo, creo, soy.
Estoy retomando los pasos, estoy volviendo al sendero, al camino pero creo que debo hacerlo a la luz de nuevas reflexiones. Reflexiones sobre lo que pasó, sobre lo que hacía antes, sobre lo hago ahora, sobre lo que deseo para mi futuro inmediato y mediato. Es importante replantearse, rever las cosas, iniciar la tarea de ajustes necesarios para volver a salir a la vida, a trabajar, estudiar, a confrontar con los otros, tras esta suerte de necesario aislamiento que me permitió curar las heridas, descansar el cuerpo y el alma. Hasta la alergia afloró…
Hoy descubrí en La Nación a un joven de 33 años que se largó a recorrer la Argentina en una bicicleta. Unos 5500 Kilómetros pensaba recorrer, y se largó nomás. Le conté de mi aventura en enero del 2009, al tiempo que le pregunté si seguía en su marcha. Me pareció grandiosa la aventura y el apoyo que tenía, lo multifacético de su persona y las ganas de vivir que exhibía. Creo que encontrar a personas que hacen cosas similares a lo que me gusta me da más ganas de seguir haciendo las cosas.
Recorrer caminos, ver personas que van apareciendo en el camino, conversar con ellos y conocer sus historias es muy interesante, edificante y llena nuestras vidas de sentidos nuevos, de formas de ver y sentir, amplia nuestro conociendo de esto que llamamos vida.
Entre las cosas que quiero rescatar es la presencia de mi madre. Se vino desde Formosa, se vino con lo que pudo, con su espíritu, con las fuerzas que tuvo y buscó ayudar como pudo. Por otro lado mi hermana escribía el 25/12/20010 en Facebook mi hermano grave y algo más. Lo vi mucho tiempo después y descubrí como estaba conmigo desde lejos. Fue muy interesante. Mi viejo preocupado también se puso a hablar un día casi una media hora, sin tener en cuenta el gasto que le significaba esa llamada. Cosas pequeñas, pero significativas. Una más, y no la menos importante, toda la gente que llamó y se preocupó por mi en todo el tiempo que estuve internado. Una cosa muy fuerte que merece un punto parte.
Lo supe porque Carmen me contó, y también Carito, que mucha gente llamó queriendo saber por mi estado de salud. Y no eran cobradores… Descubrí a un montón de gente que dio pasos más allá del simple saludo, del hola cómo estás, y redescubrí a personas que siempre estuvieron pero que, como es respetable, cada uno en su lugar. Esa gente, sus gestos, son y fueron, motivos de alegría, fueron y son alientos que llegan y se quedan, son fuerzas que me permiten tomar con más compromiso esto de vivir. Esa gente de la parroquia, del colegio, del Paraguay, de Formosa, de Bs. As., de Rivera, de Minas de Corrales, esa gente a quienes tanto tengo que agradecer. Y no sé muy bien cómo lo haré. Pero sí sé que me han hecho un bien enorme por el sólo hecho de preguntar por mí. Les digo, desde estas páginas: Gracias.